Escritos sobre música





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Deseo de hacer música (3)

~ jueves, enero 28, 2010 ~

Ya tengo guitarra. Me compré una Gibson SG Standard por eBay. No tengo ampli. Aun así, la toco todo lo que puedo y hoy he hecho otra canción. Pero no es suficiente. Hay algo más que echo de menos: tocar en directo con otros seres humanos de esos que pululan por ahí.

Así que en un ataque agudo de nostalgia, me pongo a ver vídeos de mis grupos por Internet y me reencuentro con esto:



Lo veo y no me lo creo. ¡Joder, cómo se pueden olvidar estas cosas, esos sentimientos tan brutales, la sensación de botar reventando un bar! ¡Quiero volver a hacerlo! Y también esto:



¡Ya no me acordaba de que había conseguido acabar con un señor acople! ¡Qué ganas de hacerlo ahora mismo!

Lo mejor de los dos vídeos es el final, porque la música va creciendo hasta que lo arrolla todo. Pero ahora... ¿cómo hago para relajarme y echarme a dormir, si los vídeos me han subido la adrenalina hasta niveles que los médicos no recomiendan?

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
5:01 a. m. | Comentarios (3)

Discos del 2009

~ viernes, enero 15, 2010 ~

No me gustan las listas de "Lo mejor de...": me parece presuntuoso que alguien determine qué es lo mejor (¿quién ha escuchado todo?, ¿quién sabe de todo?, ¿quién tiene la verdad?) y, además, me parece que los discos no se pueden ordenar como si fuesen caballos al final de una carrera. Aún así, muchas veces acabo mirándolas, en parte por morbo, en parte por ver si descubro algo interesante.

Con este último afán, compartir descubrimientos y tratar de transmitir las reflexiones o sentimientos que me producen la música (irrelevantes, pero este blog nace de una necesidad irracional), voy a comentar los discos que más me han gustado en 2009, aunque puede que no sean de este año.

Dramas y Caballeros. Luis Ramiro

Amenacé con dedicarle una entrada y no lo hice. Para mí ha sido un descubrimiento. Sigo sin verle nada muy original, pero me gusta la perfección clásica de sus formas. Hay tópicos, pero detrás de los tópicos hay algo que (me) llega. Su voz y una mirada a ras de tierra le dan el carácter personal necesario para escapar del plagio y el aburrimiento. Y además tiene el toque para se te queden los estribillos. Todavía recuerdo una noche de insomnio en Madrid, repitiendo una y otra vez en mi cabeza: "Tonterías / para no dormir, / qué agonía / es tener que decidir / entre el agua y la comida".

Dudas y precipicios. Alfredo González

En los años 90 hubo una generación de cantautores con cierto éxito: Pedro Guerra, Ismael Serrano y Javier Álvarez. Eran herederos de Serrat, Sabina y la Nueva Trova (sobre todo los dos primeros). Ahora mismo está habiendo otra generación de cantautores con unas señas de identidad muy distintas que yo diría que vienen de Quique González: los referentes son americanos, el rock. En esta generación están Manolo Tarancón, Pablo Valdés, Fabián, Pablo Moro y Alfredo González. Curiosamente, escuchando el otro día el primer disco de Alfredo, La vida de alquiler, me parecía como un compendio de la generación anterior: un tema casi de política panfletaria, una canción con querencias argentinas, otra sobre la República y algunos cuantos tópicos más.

Pero en Dudas y precipicios cambió los referentes a los americanos del rock. Las minas porteñas dejaron paso a las camareras que se enrollan con los músicos y la República, a las drogas.

Yo deploro esos tópicos (más el de las drogas que el de las camareras). Pero Alfredo ofrece algo más: voz propia, textos bien hilvanados, con un léxico que evita el aburrimiento, cierta visión social mucho más sutil que antes y arreglos no tan convencionales, escapando de la guitarra acústica a través del piano. La parte final del disco, con menos rock, es la que más me gusta. Pero toda la producción me parece muy buena, con detalles arriesgados, como las distintas distorsiones de la voz en "Golfo" y "Piernas de marioneta" que, a pesar de que hubieran podido resultar efectistas, funcionan. Y también tiene el toque para hacer canciones que se te quedan pegadas.

Adiós Tormenta. Fabián

Otro de la Generación Quique González que destaca por sus notas personales, en especial su voz como un suspiro. Tanto Luis Ramiro como Alfredo González tienen mucha variedad en sus composiciones; Fabián, sin embargo, insiste con metódica obstinación en su estilo de acústica usando acordes en do abierto, tirando de cejilla si es necesario. Al final no sé distinguir muy bien sus canciones, pero eso no me impide utilizar el disco como un refugio, un lugar donde la belleza es segura en este mundo que sólo parece asegurar lo feo.

Pequeños placeres domésticos. Pablo Moro

El título lo anuncia: aquí va a haber más historias de "gente que baja la basura los día impares" que de camareras. Eso es lo que más me gusta de este disco, unas letras que hablan de esa épica pequeño-burguesa que me parece más interesante que la épica del rock. La producción es también notable, muy clásica pero muy bien hecha. Como en casos anteriores, no hay nada demasiado original en la música, lo que a veces se puede convertir en un lastre, pero, por otra parte, sé que a mí no me entran cosas novedosas en exceso. Tal vez ese sea uno de mis problemas para apreciar nuevos estilos. En cualquier caso, la clave está en fijarse en las letras, en el esfuerzo por expresar los problemas de los que lo tenemos todo, de los que somos desconocidos, de esta vida de misterio muy bien hecho...

El género bobo. Nacho Vegas

Otro cantautor, pero uno que no bebe de la fuente de Quique González, aunque comparte con el madrileño ciertas influencias de la generación beat. A mí ha tardado años en gustarme. De hecho, muchas cosas suyas me siguen desagradando. Su voz me parece horripilante, aunque me haya acostumbrado, y los tópicos sobre drogas que en otros sólo me aburren, en él me repugnan: hay algo sucio en su cinismo... Por supuesto, los cínicos no son más que animales heridos dignos de compasión.

Poco a poco voy apreciando todos sus discos. Su EP El género bobo no necesitó ni el "poco a poco": me entró a la primera, porque vi en él algo mucho más limpio. Sí, desde el poema inicial de César Vallejo hay también ese humor cínico y puede que hasta una tristeza más seria que nunca, pero también se atisba cierta felicidad.

Por lo demás, todas las canciones me parecen buenas y tienen un sentido de unidad, como si fuese un disco conceptual, pero sin el coñazo que ese concepto presupone.

Tu labio superior. Christina Rosenvinge

Mi lado morboso me hace preguntarme si las características luminosas que le atribuyo al EP de Nacho Vegas tendrán su origen en su relación con Christina Rosenvinge.

Debo confesar que no puedo ser objetivo con la madrileña... En fin, ¡vaya chorrada que acabo de soltar! No puedo ser objetivo con nada. Lo que quiero decir es que con ella tengo un sesgo particular: formó parte de mi educación sentimental presentando aquel programa de televisión con Diego Antonio Manrique, FM2. Luego, me parece que consiguió la mejor aproximación a Dylan en español de todos los que lo hemos intentado con su Que me parta un rayo, aunque la producción se ha quedado algo vieja. Pero después descubrí que no sabía cantar y, cuando finalmente cayó en las manos ruidistas de Sonic Youth en su etapa americana, no tuve el más mínimo interés en escucharla.

Tras toda esta trayectoria, su trabajo de 2009 me ha enganchado por muchos frentes: las melodías, a veces casi infantiles, a veces desagradablemente chirriantes, se funden con unos textos que hablan de relaciones del siglo XXI de manera certera. Tal vez si lo hiciera otra, no me acabaría de gustar, pero cuando pienso en su boca y en sus ojos mientras suena su voz, me parece una obra maestra. Ante bellezas así, uno se pregunta: "¿Cómo es posible que sufran?".

La hora de los gigantes. Coque Malla

Coque no tiene una gran voz, pero es un gran cantante, creo que de los pocos en España que consigue capturar las raíces negras del rock y hacerlo de una forma natural. Cuando tira hacia la caña, me aburre un poco, pero la última parte del disco, incluyendo los más de ocho minutos de la última canción, es enorme: tienen la morosidad de la luz en una tarde de verano, la vida cuando bajas a la calle y cuando estás solo en casa. Tiene magia.

Daiquiri Blues. Quique González

Me he pensado si poner este disco aquí. No es que no me parezca bueno, pero los discos de Quique son algo tan conocido que, incluso a pesar de su valiosa intención de no repetirse, resulta muy difícil que sorprendan. Y el caso es que, aunque he hablado más arriba de varios discos con una producción muy buena, este va más allá de la perfección formal: consigue una atmósfera única, que no hay en ningún otro disco. Tiene también versos geniales y soluciones armónicas inesperadas, pero tal vez falten más letras de esas que se te quedan entera de arriba a abajo, con su melodía. O tal vez, más probablemente, la falta esté en mí: ya no escucho música como hace años, cuando descubrí los primeros discos de Quique. Ya nada se me puede clavar así: soy otro.

Otras historias

Pensar sobre los discos que he escuchado este año ha sido un ejercicio curioso. Me he dado cuenta de que no hay nada extranjero. Lo único que he escuchado en ese apartado ha sido a Dylan, en concreto el Modern Times y el The Times They're a-Changin', y un poco de A.A. Bonty, al que le tengo que dar más tiempo, y Kings of Convenience. No hay nada más: ni siquiera música argentina o brasileña, es como si me hubiese quedado estancado en los cantautores españoles. He intentado otras cosas, como por ejemplo el de Love of Lesbian y el de La Bien Querida. El primero no me pareció del todo mal, pero no me enganchó. El segundo, me horrorizó; y resulta extraño, porque por lo que había leído pensaba que me iba a gustar, y luego la voz se convirtió en una barrera insalvable. Quién sabe, igual dentro de diez años me acaba gustando, como me pasó con Nacho Vegas.

También es curioso constatar cómo, a pesar de que no escucho la radio ni veo la tele y la única revista que ojeo de vez en cuando es el Mondosonoro, mi selección es muy similar a algunas que he visto en otros blogs. Se suponía que con esto de Internet se iban a fragmentar las audiencias, pero está claro que siguen formándose clusters. En los discos que he citado se puede ver que sigo lo que hay alrededor de Quique González, el mundo Vegas-Rosenvinge y luego Luis Ramiro, que está un poco al margen, a medio camino de muchas cosas, un poco solo.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
5:32 a. m. | Comentarios (13)

A la mar fui por naranjas...

~ jueves, enero 14, 2010 ~

"...cosa que la mar no tiene", aclaro, por si algún joven no conoce la canción.

Es un juego de palabras tonto a cuenta de una de las últimas polémicas en torno a eso que se ha dado en llamar "piratería": un artículo de Rodríguez Ibarra comparando las canciones con naranjas y la réplica de Muñoz Molina. También Loquillo ha publicado una columna: Mi derecho de autor y de ciudadano (por cierto, dice que una novela de Ayn Rand es su credo personal; yo hasta ahora sólo había oído hablar de esta escritora cuando los neocon americanos citaban otra de sus obras para justificar todos sus desmanes).

Además, hubo hace no mucho un debate sobre derechos de autor en TVE. En ese debate, hubo un momento en el que Lorenzo Silva habló de lo poco que dura la propiedad intelectual y David Bravo (abogado conocido por defender la cultura libre) hizo un alegato en contra de ésta.

Es curioso, porque parece que aquí, cuando se habla de todos estos temas, es un problema de la SGAE y de los músicos o los cineastas (últimamente veo también a los escritores más activos: creo que sospechan lo que se les viene encima con el libro digital). Sin embargo, va mucho más allá. De hecho, muchas de las ideas sobre la cultura libre nacieron de la informática.

Un personaje que yo creo que debería conocer todo aquel que conozca a Bill Gates, a Saramago o a Dylan es Richard Stallman. Es un programador, es decir, un escritor de programas. Es, también, el principal ideólogo del software libre. Pero, al contrario de lo que insinúa Loquillo en su escrito, no es un autor sin talento: absolutamente todos nos valemos de sus creaciones, ya que, iniciando y dirigiendo el desarrollo del compilador de C de GNU, puso una de las piedras fundamentales de Linux, sistema operativo que usa Google, millones de páginas de Internet, probablemente el router WiFi que estoy usando y a lo mejor hasta la lavadora, por no hablar de aparatos que salvan vidas en los quirófanos.

Stallman es un excéntrico y no coincido con muchas cosas que dice. Pero estoy de acuerdo con una cosa básica que le leí y que, creo, late en los problemas de las parábolas de Rodríguez Ibarra y Muñoz Molina: que la propiedad física y la propiedad intelectual no son la misma cosa. Por eso el derecho a la propiedad privada y el derecho de autor son cosas distintas. Y, al ser cosas distintas, requieren leyes distintas.

La solución, por lo tanto, no está en comparar cosas físicas con bits. Cosechar una naranja y escribir una novela son cosas completamente diferentes, aunque haya gente intentando vivir de ambas. Está claro que si se pudiese copiar una naranja a coste cero y por Internet, desaparecerían los fruteros y los agricultores (excepto los que se dedicasen a eso por amor al arte) y nadie vería inmoral que le pasases copias de tu naranja a cualquiera. Pero también está claro que las canciones no son naranjas: todas las naranjas son más o menos intercambiables; las canciones, no.

En fin, ya sé que me repito más que Fito con los Fitipaldis (y creo que Muñoz Molina desprecianado el asunto de la genealogía de la obra cultural referiéndose al plagio es tan simplista como tonto mi chiste), pero vuelvo a citar otra vez a Jeff Tweedy diciendo que la música no es una barra de pan. Se supone que lo de recurrir al criterio de autoridad es algo que se dejó de hacer en el Renacimiento, pero es necesario cuando llega gente con la chulería de Loquillo insinuando que quien está por otra forma de legislar los derechos de autor es porque le falta talento: Jeff Tweedy colgó en Internet un disco que en muchos resúmenes de esta década ha sido considerado el más importante.

La creación intelectual y la cultura son fenómenos extraños. Los terrícolas tendremos que ver cómo nos las apañamos con ellos.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
10:06 p. m. | Comentarios (7)

Esa magia de Dylan

~ martes, enero 05, 2010 ~

Escucho otra vez Boots of Spanish Leather, intentando prestar atención a la letra por primera vez... y al poco se me va la atención. Cuando llega el silencio, me quedo pensando, esa cosa mala: reverencio las letras de Dylan, me sé canciones de principio a fin, hay frases que uso más que cualquier refrán castellano, tiras enteras de versos que aparecen en mi cabeza en los momentos más inopinados... pero la grandeza del de Minnesota está antes, en algún gas hipnotizante que expulsa por la boca mientras canta, en algún truco que conjura al pulsar las cuerdas de la guitarra, en algún mensaje satánico grabado en los surcos del vinilo que ha sobrevivido al MP3...

Alguna magia negra tiene que haber; si no, no se explica cómo puedo escuchar once veces (Last.fm dixit) la canción, y en cada vez nueve estrofas musicalmente iguales [referencia], un total de 99 estrofas que me deberían haber aburrido después de la tercera. Y aquí estoy, escuchándola otra vez mientras escribo.

Hay canciones que parecen pertenecer al rito de alguna religión ancestral y desconocida. Si Dylan copia a alguien no es a Woody Guthrie, ni siquiera a Ovidio: su modelo es David, el autor de los salmos, alguien que habla por la boca de Dios.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
4:52 a. m. | Comentarios (4)

Boots of Spanish Leather

~ lunes, enero 04, 2010 ~

Últimamente me he obsesionado con otra canción de Dylan. Imagino que es algo que haré hasta que me muera o me quede sordo, lo que pase antes.

En esta ocasión es Boots of Spanish Leather. Buscando cómo tocarla por Youtube, me encontré esto:



Después de ver otros vídeos, he llegado a la conclusión de que debe de ser una enfermedad, otra que la música subvierte.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
4:06 a. m. | Comentarios (0)