A la mar fui por naranjas...
~ jueves, enero 14, 2010 ~
Es un juego de palabras tonto a cuenta de una de las últimas polémicas en torno a eso que se ha dado en llamar "piratería": un artículo de Rodríguez Ibarra comparando las canciones con naranjas y la réplica de Muñoz Molina. También Loquillo ha publicado una columna: Mi derecho de autor y de ciudadano (por cierto, dice que una novela de Ayn Rand es su credo personal; yo hasta ahora sólo había oído hablar de esta escritora cuando los neocon americanos citaban otra de sus obras para justificar todos sus desmanes).
Además, hubo hace no mucho un debate sobre derechos de autor en TVE. En ese debate, hubo un momento en el que Lorenzo Silva habló de lo poco que dura la propiedad intelectual y David Bravo (abogado conocido por defender la cultura libre) hizo un alegato en contra de ésta.
Es curioso, porque parece que aquí, cuando se habla de todos estos temas, es un problema de la SGAE y de los músicos o los cineastas (últimamente veo también a los escritores más activos: creo que sospechan lo que se les viene encima con el libro digital). Sin embargo, va mucho más allá. De hecho, muchas de las ideas sobre la cultura libre nacieron de la informática.
Un personaje que yo creo que debería conocer todo aquel que conozca a Bill Gates, a Saramago o a Dylan es Richard Stallman. Es un programador, es decir, un escritor de programas. Es, también, el principal ideólogo del software libre. Pero, al contrario de lo que insinúa Loquillo en su escrito, no es un autor sin talento: absolutamente todos nos valemos de sus creaciones, ya que, iniciando y dirigiendo el desarrollo del compilador de C de GNU, puso una de las piedras fundamentales de Linux, sistema operativo que usa Google, millones de páginas de Internet, probablemente el router WiFi que estoy usando y a lo mejor hasta la lavadora, por no hablar de aparatos que salvan vidas en los quirófanos.
Stallman es un excéntrico y no coincido con muchas cosas que dice. Pero estoy de acuerdo con una cosa básica que le leí y que, creo, late en los problemas de las parábolas de Rodríguez Ibarra y Muñoz Molina: que la propiedad física y la propiedad intelectual no son la misma cosa. Por eso el derecho a la propiedad privada y el derecho de autor son cosas distintas. Y, al ser cosas distintas, requieren leyes distintas.
La solución, por lo tanto, no está en comparar cosas físicas con bits. Cosechar una naranja y escribir una novela son cosas completamente diferentes, aunque haya gente intentando vivir de ambas. Está claro que si se pudiese copiar una naranja a coste cero y por Internet, desaparecerían los fruteros y los agricultores (excepto los que se dedicasen a eso por amor al arte) y nadie vería inmoral que le pasases copias de tu naranja a cualquiera. Pero también está claro que las canciones no son naranjas: todas las naranjas son más o menos intercambiables; las canciones, no.
En fin, ya sé que me repito más que Fito con los Fitipaldis (y creo que Muñoz Molina desprecianado el asunto de la genealogía de la obra cultural referiéndose al plagio es tan simplista como tonto mi chiste), pero vuelvo a citar otra vez a Jeff Tweedy diciendo que la música no es una barra de pan. Se supone que lo de recurrir al criterio de autoridad es algo que se dejó de hacer en el Renacimiento, pero es necesario cuando llega gente con la chulería de Loquillo insinuando que quien está por otra forma de legislar los derechos de autor es porque le falta talento: Jeff Tweedy colgó en Internet un disco que en muchos resúmenes de esta década ha sido considerado el más importante.
La creación intelectual y la cultura son fenómenos extraños. Los terrícolas tendremos que ver cómo nos las apañamos con ellos.
Etiquetas: Piratería
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
10:06 p. m.