No me gustan las listas de "Lo mejor de...": me parece presuntuoso que alguien determine qué es lo mejor (¿quién ha escuchado todo?, ¿quién sabe de todo?, ¿quién tiene la verdad?) y, además, me parece que los discos no se pueden ordenar como si fuesen caballos al final de una carrera. Aún así, muchas veces acabo mirándolas, en parte por morbo, en parte por ver si descubro algo interesante.
Con este último afán, compartir descubrimientos y tratar de transmitir las reflexiones o sentimientos que me producen la música (irrelevantes, pero este blog nace de una necesidad irracional), voy a comentar los discos que más me han gustado en 2009, aunque puede que no sean de este año.
Dramas y Caballeros. Luis RamiroAmenacé con dedicarle una entrada y no lo hice. Para mí ha sido un descubrimiento. Sigo sin verle nada muy original, pero me gusta la perfección clásica de sus formas. Hay tópicos, pero detrás de los tópicos hay algo que (me) llega. Su voz y una mirada a ras de tierra le dan el carácter personal necesario para escapar del plagio y el aburrimiento. Y además tiene el toque para se te queden los estribillos. Todavía recuerdo una noche de insomnio en Madrid, repitiendo una y otra vez en mi cabeza: "Tonterías / para no dormir, / qué agonía / es tener que decidir / entre el agua y la comida".
Dudas y precipicios. Alfredo GonzálezEn los años 90 hubo una generación de cantautores con cierto éxito: Pedro Guerra, Ismael Serrano y Javier Álvarez. Eran herederos de Serrat, Sabina y la Nueva Trova (sobre todo los dos primeros). Ahora mismo está habiendo otra generación de cantautores con unas señas de identidad muy distintas que yo diría que vienen de Quique González: los referentes son americanos, el rock. En esta generación están Manolo Tarancón, Pablo Valdés, Fabián, Pablo Moro y Alfredo González. Curiosamente, escuchando el otro día el primer disco de Alfredo,
La vida de alquiler, me parecía como un compendio de la generación anterior: un tema casi de política panfletaria, una canción con querencias argentinas, otra sobre la República y algunos cuantos tópicos más.
Pero en
Dudas y precipicios cambió los referentes a los americanos del rock. Las
minas porteñas dejaron paso a las camareras que se enrollan con los músicos y la República, a las drogas.
Yo deploro esos tópicos (más el de las drogas que el de las camareras). Pero Alfredo ofrece algo más: voz propia, textos bien hilvanados, con un léxico que evita el aburrimiento, cierta visión social mucho más sutil que antes y arreglos no tan convencionales, escapando de la guitarra acústica a través del piano. La parte final del disco, con menos rock, es la que más me gusta. Pero toda la producción me parece muy buena, con detalles arriesgados, como las distintas distorsiones de la voz en "Golfo" y "Piernas de marioneta" que, a pesar de que hubieran podido resultar efectistas, funcionan. Y también tiene el toque para hacer canciones que se te quedan pegadas.
Adiós Tormenta. FabiánOtro de la
Generación Quique González que destaca por sus notas personales, en especial su voz como un suspiro. Tanto Luis Ramiro como Alfredo González tienen mucha variedad en sus composiciones; Fabián, sin embargo, insiste con metódica obstinación en su estilo de acústica usando acordes en do abierto, tirando de cejilla si es necesario. Al final no sé distinguir muy bien sus canciones, pero eso no me impide utilizar el disco como un refugio, un lugar donde la belleza es segura en este mundo que sólo parece asegurar lo feo.
Pequeños placeres domésticos. Pablo MoroEl título lo anuncia: aquí va a haber más historias de "gente que baja la basura los día impares" que de camareras. Eso es lo que más me gusta de este disco, unas letras que hablan de esa épica pequeño-burguesa que me parece más interesante que la épica del rock. La producción es también notable, muy clásica pero muy bien hecha. Como en casos anteriores, no hay nada demasiado original en la música, lo que a veces se puede convertir en un lastre, pero, por otra parte, sé que a mí no me entran cosas novedosas en exceso. Tal vez ese sea uno de mis problemas para apreciar nuevos estilos. En cualquier caso, la clave está en fijarse en las letras, en el esfuerzo por expresar los problemas de los que lo tenemos todo, de los que somos desconocidos, de esta vida de misterio muy bien hecho...
El género bobo. Nacho VegasOtro cantautor, pero uno que no bebe de la fuente de Quique González, aunque comparte con el madrileño ciertas influencias de la generación
beat. A mí ha tardado años en gustarme. De hecho, muchas cosas suyas me siguen desagradando. Su voz me parece
horripilante, aunque me haya acostumbrado, y los tópicos sobre drogas que en otros sólo me aburren, en él me repugnan: hay algo sucio en su cinismo... Por supuesto, los cínicos no son más que animales heridos dignos de compasión.
Poco a poco voy apreciando todos sus discos. Su EP
El género bobo no necesitó ni el "poco a poco": me entró a la primera, porque vi en él algo mucho más limpio. Sí, desde el poema inicial de César Vallejo hay también ese humor cínico y puede que hasta una tristeza más seria que nunca, pero también se atisba cierta felicidad.
Por lo demás, todas las canciones me parecen buenas y tienen un sentido de unidad, como si fuese un disco conceptual, pero sin el coñazo que ese concepto presupone.
Tu labio superior. Christina RosenvingeMi lado morboso me hace preguntarme si las características luminosas que le atribuyo al EP de Nacho Vegas tendrán su origen en su relación con Christina Rosenvinge.
Debo confesar que no puedo ser objetivo con la madrileña... En fin, ¡vaya chorrada que acabo de soltar! No puedo ser objetivo con nada. Lo que quiero decir es que con ella tengo un sesgo particular: formó parte de mi educación sentimental presentando aquel programa de televisión con Diego Antonio Manrique,
FM2. Luego, me parece que consiguió la mejor aproximación a Dylan en español de todos los que lo hemos intentado con su
Que me parta un rayo, aunque la producción se ha quedado algo vieja. Pero después descubrí que no sabía cantar y, cuando finalmente cayó en las manos ruidistas de Sonic Youth en su etapa americana, no tuve el más mínimo interés en escucharla.
Tras toda esta trayectoria, su trabajo de 2009 me ha enganchado por muchos frentes: las melodías, a veces casi infantiles, a veces desagradablemente chirriantes, se funden con unos textos que hablan de relaciones del siglo XXI de manera certera. Tal vez si lo hiciera otra, no me acabaría de gustar, pero cuando pienso en su boca y en sus ojos mientras suena su voz, me parece una obra maestra. Ante bellezas así, uno se pregunta: "¿Cómo es posible que sufran?".
La hora de los gigantes. Coque MallaCoque no tiene una gran voz, pero es un gran cantante, creo que de los pocos en España que consigue capturar las raíces negras del rock y hacerlo de una forma natural. Cuando tira hacia la caña, me aburre un poco, pero la última parte del disco, incluyendo los más de ocho minutos de la última canción, es enorme: tienen la morosidad de la luz en una tarde de verano, la vida cuando bajas a la calle y cuando estás solo en casa. Tiene magia.
Daiquiri Blues. Quique GonzálezMe he pensado si poner este disco aquí. No es que no me parezca bueno, pero los discos de Quique son algo tan conocido que, incluso a pesar de su valiosa intención de no repetirse, resulta muy difícil que sorprendan. Y el caso es que, aunque he hablado más arriba de varios discos con una producción muy buena, este va más allá de la perfección formal: consigue una atmósfera única, que no hay en ningún otro disco. Tiene también versos geniales y soluciones armónicas inesperadas, pero tal vez falten más letras de esas que se te quedan entera de arriba a abajo, con su melodía. O tal vez, más probablemente, la falta esté en mí: ya no escucho música como hace años, cuando descubrí los primeros discos de Quique. Ya nada se me puede clavar así: soy otro.
Otras historiasPensar sobre los discos que he escuchado este año ha sido un ejercicio curioso. Me he dado cuenta de que no hay nada extranjero. Lo único que he escuchado en ese apartado ha sido a Dylan, en concreto el
Modern Times y el
The Times They're a-Changin', y un poco de A.A. Bonty, al que le tengo que dar más tiempo, y Kings of Convenience. No hay nada más: ni siquiera música argentina o brasileña, es como si me hubiese quedado estancado en los cantautores españoles. He intentado otras cosas, como por ejemplo el de Love of Lesbian y el de La Bien Querida. El primero no me pareció del todo mal, pero no me enganchó. El segundo, me horrorizó; y resulta extraño, porque por lo que había leído pensaba que me iba a gustar, y luego la voz se convirtió en una barrera insalvable. Quién sabe, igual dentro de diez años me acaba gustando, como me pasó con Nacho Vegas.
También es curioso constatar cómo, a pesar de que no escucho la radio ni veo la tele y la única revista que ojeo de vez en cuando es el Mondosonoro, mi selección es muy similar a algunas que he visto en otros blogs. Se suponía que con esto de Internet se iban a fragmentar las audiencias, pero está claro que siguen formándose
clusters. En los discos que he citado se puede ver que sigo lo que hay alrededor de Quique González, el mundo Vegas-Rosenvinge y luego Luis Ramiro, que está un poco al margen, a medio camino de muchas cosas, un poco solo.
Etiquetas: Alfredo González, Bob Dylan, Christina Rosenvinge, Coque Malla, Épica de la pequeñaburguesía, Fabián, Luis Ramiro, Nacho Vegas, Pablo Moro