Escritos sobre música




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Días de radio

~ miércoles, agosto 26, 2015 ~


Esto fue escrito en el ALSA entre Gijón y Madrid a principios de agosto


Hasta ahora no había hecho una reseña de un programa de radio en estos escritos sobre música. Algo injusto, porque la radio ha tenido mucha importancia en mi vida musical -o sea, en mi vida a secas- desde que con cuatro años me dedicaba a escuchar Los 40 Principales esperando que saliesen canciones de la Trinca en una radio de pilas (un transistor, como se llamaban entonces) que me regaló mi abuela.

Luego fui habitual del Derrame Rock de Alberto Toyos en mis años heavies y, un poco después, de la programación de Radio 3. Ahí, un programa me cambió la vida: una noche, en el Trópico Utópico de Roberto Poveda, echaron un concierto de Kiko Veneno y Juan Perro. Yo ya era fan de Kiko, así que lo grabé en una cinta. El programa duraba más que el concierto y lo completaron con Camarón y con unas bulerías de Manuel Molina. Además, la sintonía era una canción hipnotizante que, como las otras, llegó a obsesionarme: “El secreto” de Henry Fiol. Me hice asiduo del programa y ahí descubrí a Caetano Veloso, a Omara Portuondo, a Chucho Valdés y a tanta, tanta buena música que es una vergüenza que hasta ahora no le haya dedicado unas palabras de agradecimiento. Sirvan estas.

Hablando de programas de radio, hubo también una noche muy especial de un programa que sólo escuché aquella vez y que, sin embargo, nunca he olvidado: era en Radio Kras y no tengo ni idea de quién lo hacía ni de cómo se llamaba el programa; lo único que sé es que me quedé atravesado por un rayo durante una hora en la que se mezclaban lecturas de cronopios y famas con la voz de una persona –no era capaz de determinar si hombre o mujer- que decía el tango como si fuese una tragedia griega de las que resumen la mísera existencia humana. Luego supe que era Adriana Varela y luché muchísimo por aprenderme alguna de aquellas guitarras intrincadas que acompañaban su voz grave. Todavía a día de hoy maltoco y malcanto “Afiche”, “Muñeca brava”, “Como dos extraños” y la maravillosa “Balada para un loco” que hacía con Roberto Polaco Goyeneche.

Ahora la radio en mi vida queda confinada al coche, cuando no tengo ningún podcast que me acompañe, aunque los podcasts creo que no dejan de ser muy distintos de los programas de radio.

De hecho, el programa que me ha llevado a escribir esto no lo escuché en la radio sino en el ordenador (por cierto, una CPU típica tiene decenas de millones de transistores), en Sound Cloud, aunque fue hecho para la RTPA (Radio Televisión Pública Asturiana). Se trata del primer capítulo de “Esperando que pare”, donde Pablo Moro se ha decidido a invitar a gente para hablar de canciones. Y ha conseguido emocionarme. Porque yo pertenezco a esos enfermos que se obsesionan con las canciones como si fueran algo importante para la supervivencia.

Muchas cosas del programa hicieron que desease escribir aquí, algo raro en los últimos tiempos. Para empezar, que pusiese aquella escena de “Lugares comunes” que es uno de mis momentos favoritos en la historia del cine, la discusión entre el personaje interpretado por Federico Luppi y su hijo.
Otra sorpresa, quizás la principal, es que contestase a una pregunta que me había hecho muchos fines de semana: ¿quién escoge las canciones en la RTPA? Porque muchos sábados o domingos, conduciendo hacia un ensayo y buscando algo escuchable en el dial (otro término ya sin sentido), me sorprendía en la RTPA una canción que no conocía pero que me gustaba. A veces era de un grupo que sí conocía, pero una canción que no era de sus clásicas. Y, de verdad, que me reconcomía la duda de quién escogería canciones tan bien. En el programa de Pablo Moro descubrí la respuesta: Manolo Abad, mítico periodista de la escena asturiana y, a la vista está, un auténtico connoisseur.

Lo que no fue sorpresa, porque estaba anunciado en el enlace que seguí, era que entrevistaba a Alfredo González, que empezó diciendo que era más de canciones que de discos, artistas o estilos, algo con lo que me identifico.

Resultó muy interesante el debate entre Pablo y Alfredo sobre la exigencia de autobiografía en las canciones. Me hizo recordar que en el instituto me enseñaron algo así como que la lírica era el género que expresaba los sentimientos, el yo; de ahí probablemente esa exigencia. En cualquier caso, es un debate antiguo el de la importancia de la vida del autor para comprender su obra, en cualquier disciplina artística. Yo creo que en la canción es más fácil que en otras disciplinas olvidarse del autor: a fin de cuentas, es habitual que el intérprete y el autor sean distintas personas y que las canciones se independicen y acaben valiendo por sí mismas. Sin embargo, es verdad que yo suelo investigar sobre el proceso de creación de las canciones y me gusta saber de dónde vienen y que me cuesta separar la obra y el autor. Me ha pasado, en un ejemplo de otro orden, la novela, con Tolstoi: emocionado por su “Guerra y paz”, con la profunda compresión del alma humana que se adivinaba en esa obra, quedé sin embargo muy decepcionado tras leer fragmentos de sus diarios y los de su esposa.

Aparte de las interesantes conversaciones, el programa regaló tres interpretaciones curiosas (con batería pero sin bajo) e intensas de canciones del último disco de Alfredo, lo que no es poca cosa.

En definitiva, que como adicto a las canciones, estoy esperando ya el segundo capítulo.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
12:43 p. m. | Comentarios (2)

Noticias radio-kózmicas

~ viernes, junio 13, 2008 ~

Mañana entre las 10:30 y las 12:30 hay entrevista y un par de temas en directo de Kozmics en la RTPA dentro del programa Radiolandia. Creo que se puede escuchar por Internet.

Aparte de eso, el domingo 21 actuamos en la gala de clausura de la 16ª edición de Abierto Hasta el Amanecer, en calidad de ganadores del 6º concurso de Música en Directo. Estamos muy agradecidos a la gente de Abierto porque se han portado de lujo con nosotros.

Pero eso no es nada: el mismo día del concurso, mientras esperábamos a que empezase la prueba de sonido, empezamos a grabar una maqueta, en los famosos estudios "La habitación del plancha", sitos aquí mismo en mi casa. Tenemos como plazo hasta el lunes, así que estamos grabando ocho temas en quince días... y sólo en el tiempo que nos dejan nuestros trabajos de más de ocho horas. Kozmics va a reemplazar a The Commitments como la banda más trabajadora del mundo.

Voy a darle otro repaso a una de las canciones que grabamos hoy...

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
12:07 a. m. | Comentarios (5)

¡Oh, maravilla, maravilla, paraíso!

~ sábado, mayo 24, 2008 ~


Este es un texto escrito en febrero de 2006. Un comentario en el blog de Vega me hizo recordar el "Avec the temps" y llevo todo el día obsesionado con la canción: intentando aprenderla al piano, escuchándola mil veces, e intentando hacer algo que nos es ni versión ni adaptación al español pero que nace de la canción de Léo Ferré.



Le robo un verso a Julio Bustamante para pagar una deuda que tengo desde hace tiempo con una mujer: Paloma Berganza. Todo lo que le dé será poco.

El verso, que titula este escrito, no es producto de una larga búsqueda de algo que esté a su altura: fue lo que sentí cuando la escuché por primera vez. No tenía ni idea de cómo había llegado a mi ordenador... Bueno, sé exactamente cómo llegó a mi ordenador: por el eMule. Lo que no sé es por qué se lo pedí al eMule. Creo recordar vagamente que leí algo sobre ella en la Efe Eme, pero alguna vez lo he buscado y no lo he encontrado. Tal vez fue en algún rincón de Internet; tal vez un día la puso Lara López en esas Músicas Posibles que a cinco minutos de las diez de la noche ponen banda sonora a mi cena... Ni idea. Lo había olvidado cuando me tropecé con el archivo en el disco duro y no sabía qué iba a encontrar cuando hice doble clic sobre "Avec le temps".

Traspasado por la belleza, fue entonces cuando me surgió como un chispazo la frase: "¡Oh, maravilla, maravilla, paraíso!".Quité las manos del teclado, giré un poco la silla para apartar los ojos de la pantalla y me concentré sólo en escuchar, en escuchar y sentir. Subí el volumen, como no suelo hacer, y casi pude distinguir las ondas producidas por la presión en el aire: la música era algo físico, palpable. La repetí muchas veces, me recreé en la pureza de los arpegios del piano, en la voz que canta entonando perfectamente pero parece que está hablando enfrente de ti, y en cada ocasión, cuando llegaba ese sonido de un plato in crescendo que se funde con unas cuerdas, sentía el temblor de una fibra en el corazón.

Aunque pasé un mes en la francófona Montreal, no sé francés. No sabía de qué hablaba. Yo, que vivo la música sobre todo a través de las letras, estaba ahí, como si un rayo me hubiera partido los huesos y me hubiera dejado estaqueteado en la mitad de la habitación, parafraseando a Cortázar.

Como una mano que eriza el vello de la nuca incluso sin llegar a tocarla, como una boca que hace que unos labios se llenen de sangre aún antes de besarlos...

Compré el disco, por supuesto. Ahora lo estoy escuchando otra vez y compruebo que lo de la carne de gallina es algo más que una frase hecha: no me hace falta subir la manga para saber que está ahí, en este estremecimiento levísimo que me recorre por la piel como dirigido por el sonido.

Hay otros grandes temas en el disco, clásicos de la canción francesa, a veces a ritmo de cabaret, a veces melancólicos, siempre vivos. Es posible que mi fascinación proceda de mi incultura, de que no conocía la chanson, pero creo que no, que la belleza es suficiente incluso para convencer a los expertos. Hoy me he puesto a pagar mi deuda, por fin, precisamente porque leí en la Efe Eme una entrevista con Diego Vasallo en la que decía que su disco favorito es el de Vinicius, Toquinho y María Creuza. Contaba que descubrió la bossa-nova en esa obra y que tal vez por eso le pareciera lo mejor. Yo, en cambio, ya amaba la bossa cuando lo descubrí y aún así creo que es otra de esas puertas al paraíso, al mismo paraíso de tristeza dulce que el "Avec le Temps" de Paloma Berganza.

Coda: No puedo olvidarme de Horacio Icasto, el pianista y marido de Paloma Berganza. Me contó una vez la batería de mi grupo que asistió a un curso de improvisación que dio el pianista y estaba su mujer de alumna. Se nota esa influencia del jazz, pero al mismo tiempo es música muy sencilla, no peca de ese ensimismamiento de "música para músicos" que a mí nada me atrae. Todo está al servicio de la belleza y es de ley reconocerle a Horacio, como director de la grabación, su labor.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
5:58 p. m. | Comentarios (0)