Un informativo
artículo de
Diego Antonio Manrique en El País me hace saber que el más famoso judío converso de voz gangosa tiene nuevo disco.
En la parte final cuenta una historia interesante: hay gente que dice que el primer single es plagio del
Black Magic Woman de
Fleetwood Mac que
Santana hizo famoso... pero
Peter Green se ha apresurado a reconocer que esta canción estaba a su vez basada en otra de un
bluesman de Chicago, y se parece a otra anterior. Ya en su momento, cuando me dio por saber más de esa obra maestra que es
Modern Times, descubrí que la Wikipedia tiene una
sección entera dedicada a analizar las copias sin cita, tanto en música como en letras (¡y a
Ovidio, nada más y nada menos!). Eso no rebajó ni un ápice mi consideración por el disco.
Después de leer el artículo de Manrique, busco por YouTube a ver si escucho algo del nuevo disco y me encuentro
esta interpretación de Billy y, tras escuchar no más de 30 segundos, hasta la primera frase, se me dispara la cabeza y paso dos horas escribiendo una canción, intentando robar un sentimiento que no sé si el propio
Dylan tenía: a veces metemos la mano en la cartera de otros y sacamos nuestros propios billetes. Sé perfectamente que de lo que quiero hablar son de mis días y mis noches este fin de semana: del deseo de morir cuando eres más feliz.
Grabo mi canción con la guitarra eléctrica desenchufada y la cámara de vídeo, que es lo único que tengo a mano, y me voy a ensayar, todavía transportado por el impulso creador de alguna musa rechazada por el de Minnesota, y no puedo evitar tocársela al resto de los
Kozmics antes de trabajar en lo nuestro. Me acompañan y por un momento me siento el maestro con su banda de músicos geniales...
Cuando vuelvo a casa escucho la grabación... y no está lo que yo imaginaba. No es sólo mi voz sin remedio: en vez de la melodía hipnotizante hay una aburrida. Me la imagino sonando con esa viscosidad del
Modern Times y me pregunto cómo hará para grabar así. Encuentro un
artículo que lo explica muy bien: todos los músicos tocando a la vez, la voz de Dylan pasada por un
Shure SM7B, el despliegue de medios y la parquedad de tiempo... Porque lo más importante al final no es la técnica, sino la inspiración: eso que a Dylan le sobra.
Si sólo pudiese robarle un poco... Llevo dos días intentando forzar la cerradura.
Etiquetas: Bob Dylan, Inspiración