Crónica de los conciertos de Alfredo González el 27 y 28 de octubre de 2023 en Libertad 8
Nos lo anunció en un concierto en La Salvaje a principios de año: Alfredo González iba a dejar de existir. No la persona, sino el artista que se presentaba con ese nombre y con un repertorio acumulado de 20 años. Un repertorio que algunos amamos y que ha sido importante en nuestras vidas. Un repertorio que, por desgracia, no ha cosechado gran éxito comercial. Tal vez porque el mundo es injusto, tal vez, simplemente, porque el mundo es así y lo que a unos nos gusta mucho, a otros les produce indiferencia o incluso rechazo. Yo no sé valorarlo y no me creo en posesión de la verdad. Lo único que puedo afirmar con cierta seguridad es que a mí algunas de esas canciones me han ayudado a vivir.
Decidimos ir a los dos conciertos de despedida del Libertad 8: ya habíamos probado hace poco la experiencia de ir a un concierto de un artista por la noche y repetir en la sesión vermú del día siguiente, con Fabián acompañado precisamente de Alfredo, y la conclusión era clara: si algo te gusta, aprovéchalo mientras puedas, aunque no sea lo que hace normalmente la gente. A lo mejor, tú no eres normal. Yo, muy probablemente, no lo soy.
Así que fuimos al concierto del viernes, acompañados de dos amigas y también tuvimos la oportunidad de tener una excusa para verlas, que es algo que también hay que valorar. Y nos encontramos con una primera parte en la que Alfredo fue recorriendo cronológicamente su historia musical. Desde la distancia de más de 20 años, juzgó inocentes y pretenciosos los inicios. Sin embargo, yo no creo que la pretenciosidad siempre esté mal: puede que sea un pecado de juventud, pero es también el reflejo de una pasión que es muy difícil de mantener cuando tienes medio siglo de vida acumulado. Y cuando hay talento y buen gusto detrás, a pesar de la pretenciosidad, pueden surgir cosas de valor.
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Foto de Alfredo González en el Libertad 8 el 28/10/2023 |
Del primer disco sólo rescató "Perdido en tu equipaje", una joya. Y da igual que sólo llevase diez conciertos cuando escribió "No te puedo regalar el corazón / lo perdí en un escenario la otra noche", porque luego dice "Nada tengo para darte de valor, / que las ganas de vivir las inventé": y ahí hay verdad y belleza. Y algo con lo que algunos podemos identificarnos.
Es verdad que hacer un tango siendo un chaval de Turón, como hizo Alfredo en "Con vestido y sin amor", es difícil que acabe bien, y es verdad que suena un poco a pastiche, pero es gracioso y es algo con lo que podemos conectar los que por esa época también escuchábamos los tangos compuestos casi 100 años antes en otro continente y quedábamos prendados de ellos.
El disco tiene algunos otros tesoros: la preciosa "El tacto de tus labios" o "La povisa", una canción en asturiano que luego recuperó en "La nada y tú".
Luego hizo "La escalera", una canción que publicó en su último largo, "Afluentes", pero que compuso mucho antes, después de haberse ido a probar suerte a Madrid durante dos meses y llevarse un libro de regalo (de Paulo Coelho) de una amiga con una dedicatoria que dio lugar a la canción: "Esta casa es más casa y menos hogar".
De "Dudas y precipicios" tocó "A borbotones", esa canción con la que dijo que había aceptado que era una persona que sentía la vida de una forma especialmente intensa. Quizás porque yo también me siento así, muchos días me descubro con su melodía en la cabeza. Y el Libertad 8 le acompañó cantándola y yo pensé que no es difícil imaginar a todo un estadio cantándola...
También tocó "El último taxi" porque dijo que tenía que cantarla, pero que ya no se sentía identificado con aquel que pagaba taxis con billetes enrollados y criticaba a los adictos al Lorazepam.
Para mí, "Dudas y precipicios" es muy especial: me lleva al invierno de 2009-2010, cuando caminaba de la universidad a la casa de New Jersey donde me alojaba, con temperaturas bajo cero, sintiéndome lejísimos de donde me gustaría estar, y ponía en el iPod el disco casi todos los días, refugiándome en esas canciones como en un hogar.
Luego interpretó "La nada y tú", hablando de las alegrías que le había dado la canción, los premios en forma de escultura y no en metálico, las listas de mejores cantares en asturiano y los últimos puestos en un festival internacional. Anécdotas para una canción que se enfrenta a la muerte y al nihilismo de cara y que refleja cómo Alfredo es capaz de acertar poniendo música a letras de otros, como ha hecho muchas otras veces.
Luego pasó a "Dobleces" e hizo "Todos llevan disfraz", contando que es una canción que les gusta mucho a los niños y que él mismo no sabe de qué habla. Yo me quedé con ganas de decirle que a mí me gusta mucho y que una vez le regalé "Dobleces" a una amiga que es más de escuchar Radio Olé y me dijo que había llorado escuchando la canción. A mí no me gustan los temas que no se sabe de qué hablan, pero hay canciones que aunque no estén claras sí tienen un enganche para darles un sentido. No sé exactamente cuál sería el que le llegó a mi amiga, pero quizás sea el mismo que me llegue a mí: una descripción de la sensación de aislamiento, de la distancia que siempre nos separa de los demás, protegidos cada uno con nuestro disfraz. Y que eso me recuerda a unos versos de Pessoa, al que citó más tarde, unos versos que compartí con Cristina en uno de nuestros primeros intercambios de mensajes de correo:
Hice conmigo lo que no sabía hacer.
Y no hice lo que podía.
El disfraz que me puse no era el mío.
Creyeron que yo era el que no era, no los desmentí y me perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
la tenía pegada a la cara.
Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
estaba desfigurado.
Estaba borracho, no podía entrar en mi disfraz.
Tampoco le conté a Alfredo que, para otro cumpleaños, me aprendí la canción al piano, la grabé y se la regalé a mi amiga: no sé lo que ella entendería, pero yo intentaba recordarle que no estaba tan sola.
Otra de "Dobleces" que interpretó fue "Desordenados", contando cómo nació la canción en un viaje a Colombia con Pablo Moro. Es otra preciosidad y a mí nunca se me olvidará cuando la hizo en el teatro de La Laboral, como telonero de Quique González: veo muchos conciertos todos los años y de muchos no me acuerdo --de hecho, tendría que acudir a estas crónicas que hago para recordar los detalles de aquel concierto de Quique--, pero ese momento del concierto de Alfredo está en mi memoria sin necesidad de apuntes.
Hizo también "Dos agujas" y, del disco en asturiano, "Ódiote", recordando a Pablo Texón. Aunque es una canción con cierta belleza oscura, el rencor no es un camino por el que a mí me guste adentrarme.
Pasó a contar que "La paciencia de faquir" fue un disco del que le quedaron muchas copias y tocó la más conocida del álbum, "Colisión de trailers". Momentos de intensidad y palmas.
Luego volvió a otra de esas canciones reflexivas que tan bien sabe hacer, a base de letras interesantes y melodías que tienen algo personal: "Afluentes". Creo que esa personalidad en las melodías y el hecho de usar el piano le destaca entre mis preferencias de la generación de cantautores que surgió tras el (relativo) éxito de Quique González.
Interpretó también la bellísima "El pozo" y ahí fue donde citó a Pessoa en el "Libro del Desasosiego" con estos versos:
Nunca nos realizamos.
Somos dos abismos —un pozo mirando fijamente al cielo.
Creo que fue después cuando presentó la canción que hizo para la película "El verano que vivimos", contando que al final eligieron otra que hizo Alejandro Sanz. Se subió para acompañarlo al violín Manu Clavijo y lo hizo muy bonito.
Y acabó el recorrido cronológico con "Corredera", la canción que grabó con Ismael Serrano, con todo el Libertad 8 cantándola.
Empezó entonces otra parte del concierto donde aceptó peticiones y sonaron "Cicatrices de prestado" (también muy coreada), "Wikileaks", la divertida "Felina Bipolar", "Golfo" (explicó que aunque se la pedían mucho porque parecía divertida, es una historia muy triste) y la reciente "La insistencia". También hizo dos de las que más me emocionan: "Retruque" y "Dudas y precipicios". Acabó con "Hasta las manos", nuevamente acompañado de todo el local.
Pero, ya lo dije, nosotros no nos íbamos a quedar sin otra oportunidad y fuimos a la sesión vermú del día siguiente. El público era mucho más familiar, en todos los sentidos (había niños y estaba la familia de Alfredo) pero el repertorio fue bastante similar. En el apartado cronológico, añadió "La última revolución", a pesar de que dijo que Silvia le había dicho que no la cantase. En la otra sección, hubo bastantes menos canciones que el día anterior, pero no faltaron "Golfo" y "Retruque" o, como la llamó alguien al pedirla: "La de los vinilos rayados". Volvió a acabar con "Hasta las manos".
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Foto de Alfredo González en el Libertad 8 el 29/10/2023 |
Con el resumen del párrafo anterior, parece que el concierto del sábado añadió poco al del viernes, pero no fue así: hubo un extra de intensidad y él se emocionó en algunos momentos (recuerdo especial para la mención a su madre en "Corredera"), y yo, que cada vez estoy más sensible, tampoco pude contener el nudo en la garganta más de una vez... Mereció la pena, literalmente.
Dos conciertos seguidos, y luego fuimos a ver a Fabián, donde volvieron a hacer maravillas, primero Fabián en solitario, presentando muchas canciones nuevas, y luego los dos juntos. Tocaron otra vez "Todos llevan disfraz", que Alfredo paró para dedicárnosla por haberla escuchado tres veces en un día, sin saber lo que esa canción significa para mí...).
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Foto de Fabián en el Libertad 8 el 29/10/2023 |
Y a pesar de haber tenido la sensación de haberme pasado el fin de semana en el Libertad 8, yo quedé con ganas de más: no me atreví a pedirle a Alfredo "Según los días", "La vida que esperé" o "Escrito en servilletas", esa canción en la que pensamos Cristina y yo cada vez que paramos en Villalpando... Espero que algún día la persona Alfredo González decida volver a ser el artista Alfredo González y recupere este repertorio: algunos disfrutamos esas canciones como un tesoro.
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