Escritos sobre música




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Colección italiana

~ martes, mayo 18, 2021 ~


Lo siguiente está escrito el 7 de septiembre de 2000 y lo publiqué en 2005 en la primera versión de este blog, que se perdió cuando cerró el servidor que lo albergaba. Lo recupero hoy, el día en el que ha muerto Franco Battiato, porque quiero volver a recordar lo mucho que me ha hecho sentir, y pensar, su música.



Todo lo que sabemos ya lo sabíamos, o eso pensaba Platón. Es posible. Yo sólo sé que en los últimos años la mejor música que descubro es aquella que escuché casi en mi infancia.

Así me ha pasado con Franco Battiato. El azar me lo recuperó en la estantería de la biblioteca, cuando ni me acordaba de él, y me encontré con un místico que ha compuesto alguna de las letras más profundamente paradójicas de las que he disfrutado nunca.

La sabiduría es ver a través de los ojos el alma. Ninguna canción lo muestra tan bien como «Fisognómica»:


Leo dentro de tus ojos cuántas veces has vivido,
en el trazo de la boca si eres dispuesto al odio o a la indulgencia,
en el rasgo de tu nariz si eres orgulloso, fiero o vil,
los dramas de tu alma los leo en tus manos
y en tus falanges, dispendio o tacañería.


Tal vez sea sólo que es italiano y palabras que allí son comunes aquí son cultismos, pero ese «dispendio» suena a gloria, por lo inusual, porque habla de cosas de las que también hay que hablar. Y al lado de nuestra parte material -iba a escribir «sucia parte material», pero tal vez no lo sea- se encuentra nuestra alma:


Pero si te sientes mal, dirígete al Señor.
Créeme: somos nada, míseros arroyos sin fuente.


Amén. Incluso ahora que ya no creo, me emocionan estos versos.

Debe de ser que nadie puede hablar del frío como los meridionales: porque ellos no lo llevan dentro. Así Battiato en «Alexander Plazt» en esos primeros versos, recitados al principio, casi susurrados:


Y de golpe llegó el mes de febrero.
Hacía frío en aquella casa,
me repetías: Sabes que en invierno se vive bien,
como en primavera, sí, sí, justo así.


¿Por qué esta canción sobre la plaza más famosa de Berlín Este? ¿Por qué esa identificación con una mujer, con una odalisca? No tengo teorías suficientes, es parte del gozoso misterio.

Y cada vez que me despierto sin haber recuperado las fuerzas, al mirarme en el espejo del baño recuerdo estas palabras:


Pareces cansado, será que tienes ojeras.


Ahora mismo escucho una frase redonda, de éxtasis místico de un San Juan o de un Rumí:


Y es hermoso perderse en este milagro.


Describe Battiato en «Sentimiento nuevo», la canción que contiene la sentencia anterior, el sexo como lo describe José Luis Sampedro en «La vieja sirena». Ah, casualidades: también Battiato habla de las sirenas. La conexión entre estos autores, el italiano y el español y los dos místicos citados antes, no es gratuita: el sufismo, tan poco conocido a este lado del mundo y, sobre todo, entre la generación televisión, está presente en las obras de ambos. Tal vez por eso ambos sepan que el sexo pertenece a la parte milagrosa de la existencia.

Ha cambiado la canción. Ahora suena un hermosísimo piano arropando una melodía feliz, por su belleza, que no por su ligereza. Es la «Perspectiva Nevski», una canción en la que Franco Battiato enlaza imágenes rusas: desde la calle de San Petersburgo que le da título, al cine de Eisenstein por la revolución. Y el frío a 30 grados bajo cero que barre las desiertas avenidas. ¿Habla un hombre del sur del Mediterráneo de sus recuerdos y habla de nieve? No lo sé. Probablemente sólo sean recuerdos de las películas de Eisenstein, de la que hizo sobre Alexander Nevski. Sin embargo, esos dos versos finales muestran una sabiduría imperecedera: Mi maestro me enseñó qué difícil es descubrir el alba (¿o es el alma?) dentro de las sombras.

La siguiente canción, «El mito del amor», parece una rememoración de vivencias mucho más plausible. ¿Quién no se ha preocupado por lo que pensasen los padres de ella de uno, o los padres de uno de ella? Nuevamente, al final, la frase paradójica:


Lo que te une te dividirá.


A Battiato le gusta viajar en sus canciones, o al menos nombrar puertos y ciudades que no suelen tener presencia en las vacuas canciones pop. «Despertar en primavera» contiene muchos ejemplos: los países meridionales (¿cuándo antes alguien había utilizado esta expresión en una canción?), el reino de las Dos Sicilias, el Estrecho de Mesina, Catania, todo un periplo por su tierra de origen, por los hermosos nombres de su geografía. Y todo para una canción que habla del despertar y, de nuevo, lo une al sexo: Ver bailar flamenco era una experiencia sensualísima.

Las paradojas se hacen más grandes al intentar nombrar lo más misterioso y acercarse al corazón del corazón. Eso se puede comprobar en «La sombra de la luz». Una religiosidad oriental se respira entre sus versos acompañados de cuerdas:


Es hora de escapar de estos ciclos de vida.


Se encuentra en esta canción también una declaración que podría haber hecho cualquier monje de los que escribían directamente a Dios:


Recuérdame lo infeliz que me siento
lejos de todas tus leyes.


Esa es la única razón posible para creer en Dios.

Más violines envuelven la última canción del disco, y también la pregunta sobre nuestro sentido último, ahora contestado por las «Sagradas sinfonías del tiempo»: que somos seres inmortales, caídos en la oscuridad, pobres condenados por los siglos de los siglos hasta curar completamente.

Comentario al publicar en 2005 el texto anterior en la anterior versión de mi blog:

El texto de arriba lo escribí cuando redescubrí a Battiato. Desde entonces lo he escuchado mucho y he pasado por épocas en las que me enganchaba con todas y cada una de las canciones que están en «Colección», el recopilatorio de las canciones que grabó en español.

Recuerdo que un par de años después, tras haber caído las torres de Manhattan y haber comenzado la guerra de Afganistán, no me podía quitar de la cabeza esa frase de «Cucurrucucú» escrita muchos años antes que dice: «La ira funesta del prófugo afgano». Y todavía después descubrí «Currucucú, paloma» en la voz de Caetano Veloso... Por no hablar de cuando Operación Triunfo y cómo reverberaban verdaderos (por citar a Dylan) aquellos versos de «Up patriots to arms»: « El imperio de la música se extiende alrededor, / cargado de mentiras. / Pongamos bajo llave al personal artístico y a la falsa cultura. / No tengo yo la culpa si existen espectáculos / con humo y rayos láser, / y el escenario está lleno de necios que se mueven.»

Un genio.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
5:54 p. m. | Comentarios (0)

Carta al gobernador de Libia

~ jueves, marzo 31, 2011 ~

Estos días, escuchando en la radio hablar de Bengasí y Trípoli, no puedo dejar de recordar esta hermosísima canción de Battiato:



«Los traficantes de armas, con los ministros pasan las fronteras». Creo que Battiato está hablando de los años 20 del siglo pasado, pero sus palabras siguen siendo ciertas ahora: primero vendemos armas al dictador, ahora a los rebeldes, y todo de manera oficial y en nombre de la paz.

Debería borrar mis frases, porque la de Battiato lo dice mucho mejor...

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:31 p. m. | Comentarios (0)

Porque eres un ser especial

~ domingo, septiembre 30, 2007 ~

He ido a ver a Battiato a Madrid. O, mejor, he ido a Madrid y he visto a Battiato.

Fue un concierto raro, raro. En el metro era fácil adivinar quienes iban a verlo: casi todos tenían algún toque extravagante en el vestir. Yo nunca había estado dentro del Palacio Municipal de Congresos, aunque lo había rodeado una vez hace años; recuerdo que, en aquella ocasión, sentado a la sombra de un árbol mientras esperaba, contemplando los edificios del Campo de las Naciones con sus ventanas siempre cerradas, escribí en mi cuaderno de viajes una diatriba contra el aire acondicionado y esas construcciones inhumanas; a la vuelta en el autobús pusieron un reportaje sobre Le Cobusier o Wright (paso de camuflar mi ignorancia buscando en la Wikipedia) y cómo el desarrollo de nuevos materiales había hecho que floreciese la arquitectura de acero y cristal, con los rascacielos de Nueva York como máximo exponente. Pero yo había estado en Nueva York y lo había sentido acogedor, y aquellos edificios del Campo de las Naciones me parecían propios de una distopía futurista en la que se ha perdido la esencia de lo humano.

(Colega, tú sí que sabes ir al grano.) Lo que quería decir es que me hubiese desasosegado esa enormidad del Palacio si hubiese ido solo. Eso sí, la acústica era excelente. Por cierto, que por segunda vez en un concierto he visto la batería escondida tras una pantalla (de plástico, supongo). Imagino que será para evitar lo que según aprendí hace poco se llaman spills: el sonido que se "derrama" de un instrumento a los micrófonos de otros; supongo de nuevo que la batería será un gran problema al sonorizar en directo. Sin embargo, preferir la inhumanidad de apartar al batería tras una pantalla de plástico por un poco de mejora o limpieza en la calidad de sonido me parece ruin. Y, encima, no me gustó nada cómo sonaba la batería.

Juro que empecé este texto pensando hablar de las canciones, pero él mismo me está llevando por otros derroteros y ahora me exige que cuente otra cosa relacionada con la anterior: tanto Battiato como algunos de sus músicos llevaban auriculares. En los últimos tiempos se ha empezado a ver a los músicos llevando pequeños auriculares que utilizan para escucharse a sí mismos y a otros, sustituyendo de esta manera a los monitores de toda la vida, que imagino que tendrán también problemas de spills, aunque supongo que lo peor son los acoples. Pero Battiato y los suyos no llevan esos auriculares hechos a medida que se introducen en el orificio auditivo, sino de los de toda la vida, los que cubren la oreja, y no lo hacían sólo como monitores, sino por otra razón: para escuchar la claqueta. Y es que había muchos sonidos pregrabados, cosa que tampoco me gustó mucho. Creo que un concierto en directo tiene que ser... bueno, en directo, con los músicos ejecutando los sonidos. No hace falta reproducir lo que suena en el disco, se pueden buscar soluciones alternativas. Cierto es que si se quiere que suene algo que expresamente se desea que se vea que es una grabación, puede ser un elemento más que integrar artísticamente, a fin de cuentas es sonido, pero en el caso de Battiato me parecieron innecesarios, y no me parece que tocar con claqueta sea deseable. Por no hablar de lo mal que quedan los auriculares. Sí, ya sé que suena frívolo, pero cuando estás hablando con alguien, sienta muy mal que lleve puestos los cascos, incluso cuando los lleva apagados: es algo simbólico que ponga una barrera entre sus oídos y tú, tal vez como las gafas de sol que llevan los que desean poner sintomático misterio.

Eso sí, el sonido en general fue muy bueno, excepto cuando pasaban a la caña, que se perdía la voz, especialmente teniendo en cuenta que solía estar en italiano y eran canciones que no conocía, así que me perdía probablemente lo mejor del concierto por ese problema de sonido. Ah, y había un guitarrista que no me quedó muy claro si tenía la guitarra enchufada o lo habían contratado a modo de go-go: con su guitarra a la altura de las rodillas, parecía que se sabía todas las poses de las bandas indies.

Estoy escribiendo a toda velocidad y estoy escribiendo tontadas. Tal vez porque hoy incluso la música de Battiato que tanto significa para mí me parece una tontería.

Voy a intentar centrarme un poco más: Empezó cantando acompañado sólo de un (gran) pianista, canciones muy bellas que yo desconocía y de las que sólo podía inventar la traducción de algunas frases. Estaba pensando que me gustaba mucho su voz acompañada sólo del piano: así, sin entender las letras y sin más apoyadura que un instrumento, conseguía de todas formas transmitir belleza; eso pensaba cuando se lanzó a hacer una versión de Bach («como cantante de música ligera», puntualizó) donde este lego en música clásica (yo, por si mi sintaxis no queda clara) apreció que Battiato se quedaba corto.

Luego se fueron incorporando más músicos. Primero, un teclista que dominaba los colchones de cuerdas. Luego, un batería que no me dio mucho más, un bajista que me gustó y el guitarrista mudo aforementioned (en un texto sobre Battiato no desentona meter palabras en otros idiomas si así acuden a tu mente). El concierto fue ganando en intensidad. Creo que por ahí sonó «Nómadas», en español, y fue uno de los primeros momentos donde la entrega del público, patente desde el principio, estalló. O tal vez fue un poco antes en «Povera Patria». La cosa adquirió unos tintes distintos cuando se incorporaron cuatro chicas vestidas... yo qué sé de qué, de «punk manga». Según veo en la crónica de El País, son un grupo llamado MAB (¿será un acrónimo o será por la Reina de las Hadas?)... Ale, con Google, si quieres, ya no quedan dudas. Rectifico: Se llaman MaB (sic) y, como se puede ver en su web, es por la Reina de las Hadas. Bueno, pues aparecieron estas cuatro mujeres: una guitarrista, una bajista -el de Battiato se retiró-, una batería que tocaba una ídem con sonido electrónico -el de Battiato a veces tocaba a la vez que ella- y una cantante de voz espectacular -¡vaya agudos!, me recordaba a Kate Bush- que a veces también tocaba la guitarra. Lo primero que hicieron fue una versión (que ya está en YouTube, grabada más o menos desde donde estaba sentado yo) del «Ruby Tuesday» (por cierto, este verano descubrí que los Rolling Stones me gustan tan poco como los Beatles, tenía que decirlo) y luego acompañaron en varias canciones, entre ellas en «Il Vuoto», el single del último disco de Battiato, que también grabaron con él, como se puede ver en este vídeo:



No recuerdo cómo fue el resto del concierto. Sí que en algún momento Battiato se marcó una versión en italiano de una canción en francés bellísima: la canción de los viejos amantes, que no me da la gana de buscar en Google de quién es (¿Brassens, Brel...?) pero que yo conozco en la estremecedora versión de Paloma Berganza, cantante que hace años que se merece uno de estos escritos. Sonaron canciones que yo no cocía y algunos de sus clásicos de los años 80, la época en la que se escuchaba en España. Casi todo lo cantó en italiano. Una de las excepciones fue «El cuidado» («La cura» en el original). Es de las pocas canciones de su etapa posterior que ha grabado en español y de las pocas de esa etapa que yo conozco. Tiene versos que expresan esa forma de amor por los que queremos que es de las más bellas:

Te protegeré de los miedos a la hipocondría,
de los trastornos que desde hoy encontrarás por esta vía,
de las injusticias y las mentiras de tu tiempo,
de los fracasos que por tu talante fácilmente atraerás.
Te aliviaré del dolor y de tus cambios de humor,
de la obsesión que hay en tus manías.

Superaré las corrientes gravitacionales,
el espacio y la luz
y envejecer no podrás.
Te curarás de cada uno de tus males,
porque eres un ser especial,
y yo siempre te cuidaré.

Vagaba por los campos del Tennessee,
cómo había llegado, no sé.
¿No hay flores blancas para mí?
Más veloces que águilas mis sueños atraviesan el mar.

Te donaré todo el silencio y la paciencia,
recorreremos unidos las vías que llevan a la esencia
y perfumes de amor embriagarán nuestros cuerpos.
La bonanza de agosto no calmará nuestro ardor.
Tejeré tus cabellos como trenzo mi canto.
Conozco las leyes del mundo y te las regalaré.

Superaré las corrientes gravitacionales,
el espacio y la luz y envejecer no podrás.
Te salvaré de cada melancolía.
porque eres un ser especial y yo siempre te cuidaré...
yo, sí, siempre te cuidaré.

En los bises creo que salió tres veces. Se marcó un tremendo «Cucurrucú Paloma» (que es una canción suya que habla de cómo cantaba en el instituto el clásico de la música mexicana se ha vuelto a hacer famoso por la versión de Caetano Veloso, tanto que acabó saliendo en «Hable con ella» después de en la repugnante «Happy Together»), el famosísimo «Yo quiero verte danzar» (¿puede haber una canción del verano más improbable?), un medley de canciones de la época clásica y acabó con «Il Centro» (pronunciado chentro) como no paraban de pedir las que teníamos detrás: «Centro de gravedad permanente». Fue apoteósico: todo el pabellón levantado, los fans al pie del escenario, alargando la mano para que los tocase Battiato, como si fuera el Papá o un santo de los que curan sólo con su contacto... Yo no sabía que en España tenía tantos seguidores.

A la vuelta el vagón de metro parecía de Little Italy: había unos cuantos grupos de italianos. Pero no me parece que fuesen mayoría en el concierto, ni mucho menos.

En fin, una experiencia curiosa que demuestra que un concierto todavía puede sorprender. Battiato siempre ha sido una mezcla rara de místico y humorista. Ayer, con sus canas y su traje, pero rodeado de ruidismo punk, me recordó en ocasiones a José Luis Sampedro, cada vez más radical con los años.

Y he escrito todo esto y no he hablado de lo único en lo que pienso: de un ser especial más importante para mí que la propia música.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
10:48 p. m. | Comentarios (4)