Estética de un inepto
~ domingo, noviembre 25, 2007 ~
Curiosamente ayer estuve escribiendo otro texto que incide en alguna de las posiciones estéticas que estaban en aquel escrito sobre Calamaro. Y voy a aprovechar para sacar de la nevera otro texto sobre Tom Waits en la misma línea. Tengo que decir, sin embargo, en esta autocrítica que tanto me gusta hacer, que el texto de ayer está escrito bajo un ataque pasional -esa necesidad urgente de comunicar algo-, como el de Tom Waits, pero pasado por el tamiz de la razón, siendo el resultado de muchos años de pensar sobre lo mismo, mientras que el texto antiguo no pasó el corte de la razón ya casi nada más escribirlo: no creo en lo que pone, o más bien creo que no conozco lo suficiente la obra de Tom Waits para realizar ningún juicio. Sin embargo, disfruté escribiéndolo y me hace gracia leerlo.
Pero antes de publicarlos, voy a perseverar un poco más en esto que se me da tan mal, reflexionando al hilo de lo que sentí al recibir el mensaje y lo que pensé después. Al principio, me dolió. Que alguien te escriba un mensaje para decirte que eres muy malo haciendo algo no creo que sea buena señal. Por lo menos, has herido de alguna manera a alguien. Más tarde entendí la situación: el mensaje "contra" mí surgió del mismo impulso que me movió a mí a escribir el texto "contra" Calamaro, el no estar de acuerdo con algo y necesitar comunicarlo.
Suelo afirmar que lo que más me gusta en el mundo -puede que incluso más que el sexo y el Nesquik- es la verdad, buscar la verdad. Por eso no me gusta escribir lo primero que siento. Por eso me pregunto por el valor de mis escritos. Y por el valor del arte en general. La estética como parte de la filosofía siempre me ha atraído, aunque creo que no he leído nada directamente sobre ello. Por eso ni siquiera estoy seguro de si la estética, como creo, trata de encontrar los criterios para determinar lo que es bello y lo que no.
Me conozco y sé también que tengo una vocación universalista, que podría considerarse también una vocación totalitarista: si me dejo llevar por mis sentimientos, creo que sólo existe una verdad; por supuesto, la que yo veo. Afortunadamente, la mayor parte de las veces le doy una oportunidad a mi razón y filtro los sentimientos. Para mejorarlos. En contra de la posición rousseauniana de que lo mejor es seguir al corazón, que somos buenos por naturaleza y es la sociedad la que nos pervierte, yo creo que la sociedad muchas veces nos hace mejores -nos hace humanos, en el sentido aristotélico de que somos animales políticos, y se sabe que un niño aislado no aprende ni a hablar- y que la razón es una de las mejores facultades de los humanos. Lo siento por los Románticos, lo siento por los Existencialistas, yo me quedé en la Ilustración.
Puff, ya veo que me estoy metiendo en berenjenales que no vienen a cuento. Lo que quería decir es que no tengo claro si cabe la posibilidad de unos criterios estéticos absolutos, aunque sean mínimos (bueno, unos mínimos sí creo que los hay: lo que destruye a otras personas no puede ser bueno). Mientras tanto, intento razonar mis criterios estéticos subjetivos, e intento ser tolerante con los de los demás.
Pero hay dos tipos de tolerancia: una es tolerar que a alguien no le guste lo que a ti te parece maravilloso; otra es tolerar que a alguien le guste lo que a ti te parece basura. La primera la llevo bastante bien. Justifico que haya gente que no encuentre bello lo que yo porque tengo la sensación de que hay tanta belleza en el mundo que es normal que no puedas apreciarla toda. Por eso no me siento mal por que no me guste la música clásica, por ejemplo. Ni me parece mal que a mis amigo no les guste Quique González. Ellos se lo pierden. Ya disfrutarán de otras cosas.
El segundo tipo de tolerancia lo llevo peor. Cuando sientes que algo es una mierda, cuesta trabajo apreciar a quien le gusta eso. O al menos a mí me cuesta. Lo que no quiere decir que muchas veces lo consiga a pesar de todo.
Y por acabar esta digresión absurda y sin embargo necesaria -para mí-, tengo que añadir que tiendo a hacer juicios morales. En el fondo, creo que hay una relación entre la estética y la ética (y de verdad que me gustaría evitar el juego de palabras, porque me parece que está muy gastado, pero no se me ocurre otra forma de decirlo) y, por ejemplo, en mi rechazo del Calamaro de "El salmón" hay, además del rechazo a la estética, el rechazo a la posición ética de aceptación de las drogas, de enfrentamiento a la sociedad, de abandono a la violencia, a las pasiones, a la espontaneidad como autenticidad que creo que subyace en la obra.
Acabo de verdad. Me releo. No sé si se entiende. No sé si me entiendo. No sé si es cierto lo que digo. Sólo sé que lo he intentado. Y que seguiré intentándolo. Porque lo necesito.
Etiquetas: Calamaro, estética, Quique González, Tom Waits
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
8:22 p. m.