Microondas, lentillas y rock'n'roll
~ domingo, abril 06, 2008 ~
Cuando se empieza el día comprando un microondas y probando por primera vez lentillas (una de las mayores torturas que he sufrido en mi vida), puedes pensar que ya no vales para el rock'n'roll. Y cuando crees que te conoces, el del espejo te dice irónico: "¿Quién...? ¿Tú...?".
Pero a las 12 y media de la mañana estábamos en mi casa grabando una pista de referencia para la primera maqueta de Kozmics y estuvimos 5 horas seguidas, con muchos tramos de piel de gallina al escuchar la voz de Mayte llenando sola la habitación de la plancha, y luego nos fuimos a grabar la batería, y nos atascamos, pero aquello era más importante que otro concierto de Quique más, así que no me importaba demasiado llegar tarde.
Van demasiadas veces. Rectifico: eso pensaba, que iban demasiadas veces. Estaba demasiado reciente el concierto de esta misma gira en el Filarmónica y esta era la tercera vez en el Albéniz (donde, por cierto, vamos a tocar con Kozmics a finales de mayo), desde aquella primera ocasión mítica en el 2001. Luego estuvo la de 2006, en teoría la más parecida a esta. Pero esta vez las teorías hacían aguas...
Así que llegamos en teoría tarde pero todavía estaba entrando la gente (entradas agotadas, unas 600). Sobre las diez, otra sorpresa: había telonera, Vicky Gastelo, una mujer que vale mucho. Una pena que sólo se pudiese escuchar la voz: parecía que la guitarra sólo sonaba por monitores. Contó que había tocado coincidido con Quique en León el día anterior y le dijo que si quería hacerse unos temas en Gijón, estaba invitada. Y así fue, se hizo cuatro o cinco canciones, acompañada de Pedreira, mientras yo me consumía: qué pena que no sonase su guitarra, qué pena la gente que prefiere hablar a escuchar, qué pena la gente que prefiere fumar donde está prohibido...
Y luego, Quique. Empezó de forma sorprendente: con "Hotel Los Ángeles". Lo estaba viendo y recordé que la última vez que le había visto tocar esa canción en directo yo estaba cantando a su lado. Me parecía que aquello fue en otra vida: cuando me hacía ilusión ver un concierto de Quique.
Fueron cayendo canciones, casi todas de "Avería y Redención #7", con la protagonista del último vídeo como segundo tema. Y el concierto fue como una redención, como un contraataque, como el ejército ruso —nos invaden...— después del invierno, atacando cuando tienes las defensas bajas. Siguiendo a un par de tíos que abrían brecha y que merecían estar delante porque eran de los que más botaban, fui avanzando, buscando los huecos, sin molestar a nadie, hasta llegar a las primeras filas, mientras iban cayendo cañonazos de canciones que sonaban potentes pero claros.
El sonido me gustó infinitamente más que en el concierto del 2006: la voz de Quique sonaba clarísima y se podían entender los pequeños cambios ("tienen la edad de mi hermano", "como carne de Gijón", "Para las chicas de Gijón"), todo estaba a un volumen mucho más contenido, los solos de Pedreira en su sitio. Sé que se suele decir que el sonido en los teatros es mejor, pero después de este concierto y de haberlo visto en La Felguera en 2004 y en Oviedo el año pasado, tengo clara una cosa: Quique con banda suena peor en un teatro, al menos en uno asturiano. Por supuesto, no es sólo cosa del sonido, es que para cierto tipo de canciones, los asientos son como un puñetazo que deja al público grogui. La siguiente gira de teatros, por favor, que sea Quique solo.
Estéticamente, Quique parecía salido de un disco de Led Zeppelin, Jacob parecía un náufrago con su barba, y Pedreira y Karlos parecían peinados por el estilista de Bunbury. Había momentos que retrotraían a principios de los 70, no sólo por la camisa de Quique y esa Rickebancker que nunca le había visto, sino por cierta actitud de la banda, con las líneas de bajo de Jacob recordando a John Paul Jones, por ejemplo, y esa cita expresa del "Purple Haze" al final de "73". Karlos con las maracas en un par de canciones estaba un poco fuera de contexto: Antonio Machín y Hendrix pertenecen a universos distintos. Por acabar con los detalles técnicos, Pedreira no sacó la Gretsch que mostró en anteriores ocasiones, sino que usó una guitarra con clavijero de Telecaster pero que no ponía ninguna marca que reconociese.
El Albéniz es una sala pequeña, pero el concierto podría haber servido para grandes plazas de toros o grandes estadios: me los imagino perfectamente llenando las Ventas o Wembley y llevando a cada espectador como un sólo hombre. Había aplausos cuando los solos de Pedreira provocaban llamaradas, se cantaba cuando era necesario (mirad este vídeo de "Miss camiseta mojada", y, de paso, mirad los del resto de la noche que ha colgado ese usuario) y daba igual que casi todas las canciones fuesen del último disco que de los anteriores: todas eran reconocidas.
Y es que una de las cosas que demostró el concierto es que "Avería y redención #7" es ahora ya clásico; si no, es imposible comprender cómo puede haber un concierto de Quique sin "Los conserjes de noche", "La ciudad del viento", "Aunque tú no lo sepas", "Pájaros mojados", "Polvo en el aire"... Es increíble: Quique podría ya dar dos o tres conciertos completos sin repetir ninguna canción, sin que eso significase tirar de canciones malas, de relleno.
De "Personal" no hizo ningún tema. De "Salitre 48" interpretó un "Bajo la lluvia" que ha sido la vez que más me ha gustado (es una canción que en general me aburre, aunque tenga buenas cosas, pero ayer, con el ambiente de esta banda, no me aburrió y me pareció muy grande) y "Salitre", ya en los bises, haciendo una versión mucho más parecida a la original que otras que han hecho desde que está Pedreira en la banda, aunque al final tuvo también su pasaje atmosférico, con todos menos Karlos (por razones obvias) arrodillados.
De "Pájaros mojados" sólo sonaron "Miss camiseta mojada" y "Pequeño rock'n'roll". De "Kamikazes enamorados", hicieron la canción que da título al disco, "Suave es la noche" y "Te lo dije" (por cierto, demostrando una vez más que "Kamikazes enamorados" es un disco con mucho rock dentro). De "La noche americana" hizo "Vidas cruzadas", "Kid chocolate" (que se la dedicó a un boxeador español), "Me agarraste" (me gustó en plan cañero) y las ya mencionadas "Hotel Los Ángeles" y "73".
No tocó ninguna de las escritas para "Ajuste de cuentas". Tampoco sonó "La luna debajo del brazo" y sí, en cambio, una canción nueva de la que no tenía noticias: dijo que había estado pensando en ella por la noche, después del concierto de León, y la interpretó al piano. La tengo grabada en el móvil, que es lo mismo que no tenerla grabada, así que sólo puedo hablar de memoria, pero sonaba como una balada de Tom Waits, amarga, muy amarga ("sólo te quería decir / que no te volvieras a pasar por aquí [...] y me sentí un hijo de puta"), buena, muy buena. Y ahora que caigo, casi la imagen especular de "La luna debajo del brazo": del "¿Cuándo vas a volver por aquí?" al "No vuelvas a pasar por aquí".
Entre las canciones de "Avería y redención #7", destacaría una versión muy distinta a la del disco de "Trucos fáciles para días duros", más lenta, con Quique tirando de acústica. "Doble fila", en cambio, sonó más cañera, empezándola Jacob con un riff de bajo. Y "Los desperfectos", cuando yo ya estaba en las primeras filas, me llegó al alma. Creo que la presentó diciendo algo así como que tenía que ver con una chica que se encontraba en la sala. Sin embargo, para mí —que me reservo el sacrosanto derecho a interpretar las canciones como me da la gana— nunca ha sido una canción de amor de pareja, sino de enfermedad y muerte, porque la primera vez que la escuché fue hace dos años, cuando acaban de descubrirle a mi padre un cáncer en el pecho y parecía que sólo le quedaban dos semanas de vida, y no los dos años que transcurrieron. Y también pensaba en aquel vídeo y los esfuerzos por pasárselo a alguien a quien todavía no conocía y a quien esa noche estaba echando de menos a mi lado al mismo que la sentía al lado... Nada tiene mucho sentido y las canciones se mezclan con una vida irrelevante entre tantas otras, cobrando una importancia absurda entre todo lo que no importa puesto en perspectiva, pero es fundamental para uno mismo. También tenemos el sacrosanto derecho de escoger lo que nos importa. Puede que sea lo único que podemos intentar.
Cuando la banda se retiró por primera vez, hubo algo de barullo: un remedo de pedir bises porque ya se sabe que los va a haber. Volvió Quique solo e interpretó un par de canciones al piano (una, la nueva antes mencionada). Luego regresó el resto de la banda, creo recordar que con "Kamikazes enamorados" en versión cañera, casi como empezaron el concierto de 2006. Hicieron más canciones, dejaron el escenario de nuevo, y entonces los cánticos y el ruido no fue por compromiso: se notaba el deseo auténtico de que volviesen a salir, de que la fiesta no parase cuando lo estábamos pasando tan bien. La siguiente vez que intentaron despedirse, fue todavía mayor el jaleo. Así que tocaron "Vidas cruzadas" (aquí el impresionante vídeo, con el público incluso dando la marca y el mar de brazos en la parte de "Lucha..."), con las luces encendidas, y luego, mientras Quique medio se despedía, medio vagaba como perdido por el escenario buscando un cacharro, el cigarro y la chupa, el resto hicieron un tema instrumental salvaje (también se ve en el vídeo anterior). Rondaban las 12 y media cuando se fueron definitivamente.
Y así, a pesar del microondas y las lentillas, se puede volver a casa pensando que todavía vales para rock'n'roll y que Quique González te puede sorprender cuando ya no lo esperabas. Todavía quedan noches más grandes todavía.
Etiquetas: Crónicas conciertos, Gastelo, Quique González
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
3:19 p. m.