Alfredo en Libertad
~ lunes, octubre 03, 2011 ~
El autobús deja atrás Villalpando, esa área de descanso perdida en Zamora que muchos asturianos con vínculos con Madrid (y viceversa) conocemos más de lo que nos gustaría. Curiosamente, por ahí empecé a conectar con Alfredo González, aunque lo lógico hubiera sido hacerlo a través de Las gafas de Mike, su canción del mismo título que una de Quique. Pero no, ese relato generacional de alguien sólo un poco más joven que yo que se encuentra en Escrito en servilletas fue mi primer enganche a la música del de Turón.
Ya han pasado unos años de aquello y sus canciones me han hecho compañía por tierras mucho más lejanas que las de la meseta castellana: ya he contado aquí como muchas tardes volvía caminando por el desierto congelado de las aceras de Long Branch —esa ciudad de New Jersey donde una vez detuvieron a Bob Dylan confundiéndolo con un vagabundo— escuchando Dudas y precipicios y ese disco siempre va a estar asociado a esa etapa de mi vida.
Ahora, otro recuerdo para la colección: una de las canciones de ese disco, Cicatrices de prestado, fue la primera que escuché en el Libertad 8. Es curioso: tras el concierto, hablando con Iller de Nueva York, le contaba que la primera vez que fui allí me sentí como dentro de una película de Woody Allen. Y ese viernes, escuchando a Alfredo en el Libertad, era como estar dentro de un vídeo de YouTube, tantas las veces que he visto actuaciones de alguno de mis cantantes favoritos en ese mítico local...
Pero la realidad siempre tendrá mucha más calidad que los vídeos de Internet por mucho que mejore la tecnología: allí estaba, escuchando el piano del Libertad y viendo las manos de Alfredo presionar las teclas, en un concierto sólo de piano y voz... y grandes canciones.
Sonaron muchas de Dudas y precipicios y algunas del próximo disco, que según anunció se llamará Dobleces y será doble: una parte en castellano y otra en asturiano. Algunas las recordaba de cuando teloneó a Quique González en la Laboral, esas preciosidades que son Todos llevan disfraz o Desordenados; una que creo no haber escuchado antes, Hasta las manos, me pareció otra joya.
También hizo un par de versiones curiosas. La primera, Páginas tuyas de Fabián (Iller lo recogió en vídeo), que pasada al piano y a la voz de Alfredo suena igual de bien pero muy distinta a la del autor, como más merecen la pena las versiones. La otra, con Héctor Tuya y medio improvisada: una versión del Halleluyah de Cohen que intenta trasladar al español los versos misteriosos del canadiense y a veces lo consigue con más éxito que otras. Era la primera vez que veía a Héctor y no fue la mejor ocasión, pero sigue mi interés por él después de ver esa excelente versión de Cuando el ángel decida volver que vi en un vídeo grabado en el Buho Real, uno de los cada vez menos escenarios míticos de Madrid que me queda por conocer.
Alfredo también se versioneó a sí mismo: Golfo en el piano tomaba un aire arrabalero, de tango y jazz por momentos, y La nada y tú sin la electrónica del disco, sonaba muy distinta.
El final, un Retruque nada banal. Se me hizo breve el concierto. Hay muchas ganas de mucho más. Vivir la música de un gran autor en vivo en el Libertad es uno de esos lujos accesibles para cualquier que tenga un poco de interés y un ALSA hasta Madrid. Dice que en diciembre estará de nuevo por allí. Ojalá el trabajo me permita asistir: las carreras para llegar de esta vez merecieron mucho la pena.
Ya han pasado unos años de aquello y sus canciones me han hecho compañía por tierras mucho más lejanas que las de la meseta castellana: ya he contado aquí como muchas tardes volvía caminando por el desierto congelado de las aceras de Long Branch —esa ciudad de New Jersey donde una vez detuvieron a Bob Dylan confundiéndolo con un vagabundo— escuchando Dudas y precipicios y ese disco siempre va a estar asociado a esa etapa de mi vida.
Ahora, otro recuerdo para la colección: una de las canciones de ese disco, Cicatrices de prestado, fue la primera que escuché en el Libertad 8. Es curioso: tras el concierto, hablando con Iller de Nueva York, le contaba que la primera vez que fui allí me sentí como dentro de una película de Woody Allen. Y ese viernes, escuchando a Alfredo en el Libertad, era como estar dentro de un vídeo de YouTube, tantas las veces que he visto actuaciones de alguno de mis cantantes favoritos en ese mítico local...
Pero la realidad siempre tendrá mucha más calidad que los vídeos de Internet por mucho que mejore la tecnología: allí estaba, escuchando el piano del Libertad y viendo las manos de Alfredo presionar las teclas, en un concierto sólo de piano y voz... y grandes canciones.
Sonaron muchas de Dudas y precipicios y algunas del próximo disco, que según anunció se llamará Dobleces y será doble: una parte en castellano y otra en asturiano. Algunas las recordaba de cuando teloneó a Quique González en la Laboral, esas preciosidades que son Todos llevan disfraz o Desordenados; una que creo no haber escuchado antes, Hasta las manos, me pareció otra joya.
También hizo un par de versiones curiosas. La primera, Páginas tuyas de Fabián (Iller lo recogió en vídeo), que pasada al piano y a la voz de Alfredo suena igual de bien pero muy distinta a la del autor, como más merecen la pena las versiones. La otra, con Héctor Tuya y medio improvisada: una versión del Halleluyah de Cohen que intenta trasladar al español los versos misteriosos del canadiense y a veces lo consigue con más éxito que otras. Era la primera vez que veía a Héctor y no fue la mejor ocasión, pero sigue mi interés por él después de ver esa excelente versión de Cuando el ángel decida volver que vi en un vídeo grabado en el Buho Real, uno de los cada vez menos escenarios míticos de Madrid que me queda por conocer.
Alfredo también se versioneó a sí mismo: Golfo en el piano tomaba un aire arrabalero, de tango y jazz por momentos, y La nada y tú sin la electrónica del disco, sonaba muy distinta.
El final, un Retruque nada banal. Se me hizo breve el concierto. Hay muchas ganas de mucho más. Vivir la música de un gran autor en vivo en el Libertad es uno de esos lujos accesibles para cualquier que tenga un poco de interés y un ALSA hasta Madrid. Dice que en diciembre estará de nuevo por allí. Ojalá el trabajo me permita asistir: las carreras para llegar de esta vez merecieron mucho la pena.
Etiquetas: Alfredo González, Héctor Tuya
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:46 p. m.