Haciendo de luthier
~ lunes, septiembre 29, 2008 ~
Las cosas son vengativas...
Estaba tocando. Era la final del Concurso de Rock Ciudad de Oviedo. Miré para las cuerdas y lo vi: una de las pastillas estaba hundida. Por supuesto, una de las pastillas que utilizo, parte de la de graves. Así que las dos cuerdas de arriba sonaban más suave que las de abajo. En mitad de la canción cambié a utilizar la pastilla de agudos, con las consiguientes consecuencias para el sonido, que no estaba ecualizado para eso. Y, además, habitualmente no utilizo esa pastilla porque no me gusta como suena.
Y digo yo que será que el bajo se ha enterado de que estoy pensando en comprarme otro y se ha vengado. En el peor momento posible. Y de manera injusta. A fin de cuentas, yo soy el que lo defiende cada vez que algún amigo me dice que tengo que cambiar de bajo.
O igual es simplemente cosa de la edad: lleva 17 años conmigo, exactamente la mitad de mi vida, porque lo compré con 17, como auto-regalo por haber aprobado la selectividad: me gasté mis ahorros a pesar de que me sabía disminuído musical. Pero era lo que más deseaba. Y a los sueños no se renuncia fácilmente.
Es un bajo de heavy, porque era lo que me gustaba entonces. Y ahora mis amigos me dicen que no pega con la música que hago, que me compre otro. Pero yo he seguido defendiendo a mi Ibanez contra viento y marea, en el jazz como en el soul, en la salud y en la enfermedad. Y este fin de semana me dispuse a arreglarlo. En esta foto se puede apreciar la pastilla hundida:
Al final fue fácil: desmonté la pastilla y vi que se había despegado de la funda. Nada que un poco de Loctite no pueda arreglar.
Ya está preparado para otros 17 años.
Estaba tocando. Era la final del Concurso de Rock Ciudad de Oviedo. Miré para las cuerdas y lo vi: una de las pastillas estaba hundida. Por supuesto, una de las pastillas que utilizo, parte de la de graves. Así que las dos cuerdas de arriba sonaban más suave que las de abajo. En mitad de la canción cambié a utilizar la pastilla de agudos, con las consiguientes consecuencias para el sonido, que no estaba ecualizado para eso. Y, además, habitualmente no utilizo esa pastilla porque no me gusta como suena.
Y digo yo que será que el bajo se ha enterado de que estoy pensando en comprarme otro y se ha vengado. En el peor momento posible. Y de manera injusta. A fin de cuentas, yo soy el que lo defiende cada vez que algún amigo me dice que tengo que cambiar de bajo.
O igual es simplemente cosa de la edad: lleva 17 años conmigo, exactamente la mitad de mi vida, porque lo compré con 17, como auto-regalo por haber aprobado la selectividad: me gasté mis ahorros a pesar de que me sabía disminuído musical. Pero era lo que más deseaba. Y a los sueños no se renuncia fácilmente.
Es un bajo de heavy, porque era lo que me gustaba entonces. Y ahora mis amigos me dicen que no pega con la música que hago, que me compre otro. Pero yo he seguido defendiendo a mi Ibanez contra viento y marea, en el jazz como en el soul, en la salud y en la enfermedad. Y este fin de semana me dispuse a arreglarlo. En esta foto se puede apreciar la pastilla hundida:
Al final fue fácil: desmonté la pastilla y vi que se había despegado de la funda. Nada que un poco de Loctite no pueda arreglar.
Ya está preparado para otros 17 años.
Etiquetas: Bajo, Instrumentos
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
7:35 a. m.