Escritos sobre música


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Medio Gigante sentado

~ domingo, agosto 29, 2021 ~


Crónica del Festival Gigante 2021


Una de las cosas que he comprobado cada vez con más fuerza a medida que me hago más viejo es lo difícil que es ponerse en el lugar de otra persona... incluso cuando esa otra persona eres tú en otras circunstancias. Nunca hubiera imaginado que decidiese no ir a un festival por ser de pie y que cambiase de opinión al saber que iba a ser sentado. Yo siempre he opinado que el rock es para verlo de pie. Pero los años no pesan en balde...

Así es que la semana pasada cogimos un hotel en Madrid con posibilidad de cancelación y estuvimos pensándonos si ir al Festival Gigante, básicamente porque era una de las pocas oportunidades que nos quedaban de volver a ver a Viva Suecia en su gira actual. No podíamos ir a los tres días por trabajo, pero el precio era tan bajo (25€ más los siempre enervantes y excesivos gastos de gestión) que merecía la pena para los conciertos a los que podíamos ir. Sin embargo, ese fin de semana, su espalda mandó un mensaje claro: cuidado con los esfuerzos excesivos. Decidimos abortar la misión.

Todo cambió cuando, dos días antes del inicio del festival, las autoridades obligaron a que fuese sentado, algo parecido a lo que pasó en el Sonorama. Nuevamente empezaron las críticas y las quejas por no poder devolver las entradas. A nosotros nos hizo cambiar de opinión: queríamos ir... pero las entradas estaban agotadas.

Aquí es donde entra en juego la reventa. Miramos en Ticketswap y había bastantes entradas a la venta. Entiendo que es un sitio de reventa más o menos oficial (el dueño es Ticketmaster) y tiene varias funciones para evitar estafas y revendedores profesionales. Decidimos coger unas entradas que no eran las más baratas, pero las vendía un usuario que ofrecía más confianza: había vendido satisfactoriamente entradas para conciertos anteriores, tenía muchos datos verificados y el perfil no parecía falso.

Así que el viernes salimos de trabajar y nos fuimos dirección Alcalá de Henares. Llegamos cuando estaba empezando Xoel, pero al ir a recoger las pulseras nos dijeron que las entradas ya habían sido usadas... Gran chasco: todo apuntaba a que al final nos habían estafado. Contactamos con el vendedor y solucionó el error rápidamente: había vendido dos de las 4 entradas que había comprado y nos había mandado las que había usado en vez de las otras. Gracias a los móviles y a la gente que responde rápido salvamos el viaje.

La disposición del festival era muy parecida a la del Sonorama: había cinco sectores (uno para VIPs y cuatro para la plebe, como nosotros), cada uno con su zona de conciertos y su zona de restauración. Una de las críticas que se le hizo al Sonorama fue que había dos sectores pegados al escenario y dos detrás de los anteriores; aquí, los sectores eran longitudinales y los cuatro tenían una zona de primera fila, pero los sectores laterales no tenían nada enfrente del escenario: la primera fila del nuestro estaba enfrente del lateral izquierdo y tan ladeada que no se veía el escenario entero.

A pesar de llegar tarde, había muchas sillas vacías y nos situamos no tan atrás ni tan ladeados en el sector. Pudimos disfrutar de la maestría de Xoel López y sus músicos, incluyendo a Charlie Bautista: qué lejano parece aquel tiempo en el que contábamos con cuántos artistas lo veíamos, cuando acudíamos a más de cien conciertos al año...

No tengo muy escuchado a Xoel, pero me gustó mucho lo que hizo: tuvo momentos emotivos y momentos bailongos. El sonido, como en todo el festival, fue bueno pero no tanto como en el Sonorama porque había un eco importante: es lo que tiene hacer un concierto en el medio de la ciudad.

Xoel López en el Festival Gigante 2021

Acabado el concierto fuimos a la zona de restauración: era la hora de la cena y había colas. Un error muy tonto fue que había colas separadas para recargar pulseras, pedir cerveza de barril, pedir otras bebidas y pedir comida: lo arreglaron al día siguiente, tercer día del festival, con unos simples carteles escritos en un folio que podían haber puesto el primer día.

La zona de restauración era amplia y daba menos sensación de saturación que en el Sonorama. Esa fue una de las cosas que nos sorprendieron: en todo momento, tanto en la zona de conciertos como en la de restauración, había muchos sitios vacíos. Aunque había colas en las horas punta justo después de acabar un concierto, no eran largas y el resto del tiempo casi no había. Además, el intervalo entre conciertos era largo. Yo creí que eso era un inconveniente, por la espera (muy bien amenizada por We Are Not DJs), pero al final lo hizo más cómodo y menos cansado que el Sonorama.

Nuevamente he visto en Twitter críticas porque hubiese vallas para impedir que se viese el escenario desde la zona de restauración, diciendo que esa medida no tiene sentido sanitario. Yo creo que sí: es para impedir que la gente se aglomere en esa zona, donde se suele estar sin mascarilla, lo que hace que se incremente mucho el riesgo de contagio. En cualquier caso, con la amplitud que había en el Gigante, me dio menos sensación de riesgo que en el Sonorama, donde ya dije que me pareció baja.

Un detalle que no me gustó del Gigante: al contrario que en el Sonorama, no devuelven el dinero que sobra en la pulsera. Pero una ventaja: los baños eran mucho mejores y tenían jabón y agua.

Volvimos a la zona de concierto para Viva Suecia. Dieron un conciertazo: tengo la impresión de que disfrutan como niños tocando. Igual es porque casi sólo los he escuchado en el coche, pero me parece que suenan peor en disco que en directo. Además de que en algunos discos la voz está demasiado hundida, se pierde la dinámica que muestran en vivo. Por destacar un detalle: me gustó mucho el sonido del bajo y me llamó la atención la forma efectiva en la que usaba los glissandos.

Viva Suecia en el Festival Gigante 2021

El último grupo de la noche era otro que no había siquiera oído nombrar antes: Embusteros. Parece que son gente con mucha experiencia y sonaron muy bien. Las letras me parecieron cuidadas, pero el conjunto me resultó poco atractivo: tuve cierta sensación de estar ante un pastiche. Es quizás una palabra un poco fuerte, pero sinceramente, fue la que me vino a la cabeza. Una de las influencias que intuí era la de Héroes del Silencio. Me dio por pensar luego en que es curioso que un grupo que haya tenido tanto éxito como los zaragozanos no haya generado otros grupos en su onda, pero quizás es que su personalidad era tan excesiva que cualquier mínimo acercamiento resultaba demasiado evidente y quemaba cualquier otra posible característica positiva.

En cualquier caso, disfruté de poder entrar en contacto con un grupo que desconocía sin necesidad de estar de pie durante horas: tras el trabajo, el viaje y los conciertos, la vuelta al hotel no fue tan lastimosa como hubiese sido de haber asistido al festival sin estar sentados. Por cierto, las sillas, las típicas de plástico del jardín, resultaban mucho más cómodas que las de madera que nos tocaron en el Sonorama.

El sábado, llegamos cuando estaban empezando Veintiuno, otro grupo del que no tenía ninguna referencia previa. Fuimos a la zona de restauración a refrescarnos, así que las primeras canciones sólo las oímos sin casi verlos. Me estaban sonando a un pop-rock bastante estándar. Me parecía que eran bastante jóvenes y me resultaba curioso escuchar ese estilo casi de los años 90 pero hablando de haters y modernidades similares. Parecía que tocaban muy bien y, en cuanto pudimos, fuimos a la zona de concierto a verlos. Aunque no me apasionaron, los disfruté, en especial cuando se acercaban al funk (gran sonido y muy buen gusto del bajista, y eso que tocaba con púa incluso esa partes funk). Me dio la impresión de que el cantante tenía algo de genio: la voz no me convencía mucho, pero me pareció que tenía muy buen gusto con la guitarra, también tocaba el piano, y por la forma de expresarse y lo que decían algunas letras, se intuía un trasfondo que iba más allá.

Voy a comentar un detalle estético que podría ser irrelevante pero creo que no: llevaba la camiseta por dentro. Por lo visto, eso, lo que fue común hasta antes de los 90, es lo que hacen los jóvenes modernos ahora. Digo que creo que no era irrelevante porque en la música también encontré referencias a aquellos años: había momentos en que el sonido de la telecaster del cantante me recordaba a Prince y otros en los que los punteos del guitarrista solista me llevaban a pensar en Slash o en el Mark Knofler de Brothers in Arms. Me sigue sorprendiendo que los jóvenes de hoy sigan esas referencias: imagino que será el eterno retorno de las modas. En cualquier caso, esto no me dio sensación de pastiche sino de síntesis entre esas influencias y el mundo actual, además de por lo ya comentado en las letras, por cómo mezclaban algunos elementos electrónicos en ocasiones. Eso sí: me pareció que había partes grabadas y eso es algo que me disgusta en los conciertos en directo. Entiendo que mejora el sonido, pero exige tocar con claqueta y se pierde parte de la magia del vivo. Es curioso, porque cuando lo hacen León Benavente, no le veo problema, es como si fuese algo natural en su propuesta y, precisamente, una de sus grandes virtudes es sonar vivos, muy vivos, a pesar de llevar claqueta, pero estoy viendo como algo demasiado habitual recurrir a sonidos pregrabados en vivo y apreciaría que se optase por otra solución, por ejemplo, buscar otros arreglos. Como siempre, es sólo mi opinión.

Veintiuno con Chica Sobresalto en el Festival Gigante 2021

En la foto se ve un momento en el que les acompañó Chica Sobresalto. Como se puede ver, decidimos ponernos bastante adelante en nuestro sector y, a pesar de que estábamos ladeados, podíamos verlo bien. Parece que no hay público, pero en la parte central había una buena cantidad de gente a pesar de la solana que estaba cayendo.

Esa solana nos hizo refugiarnos en la zona de restauración otra vez antes del siguiente concierto: resulta incómodo tener que pedir una botella de agua entera para refrescarse y acabar tirando la mitad porque uno ya se harta de beber sin sed. En fin, como dije en el Sonorama, yo creo que deberían dejar beber agua en la zona de conciertos, pero también entiendo el razonamiento sanitario que hay detrás, aunque no lo comparta. Por cierto, muy amable también toda la gente de la organización del Festival Gigante.

El siguiente fue el concierto de La Bien Querida. Había escuchado alguna canción suya alguna vez pero no me había llamado la atención, así que agradecí la oportunidad de escucharla en el Festival. Me resultó demasiado sosa, no ya por casi no dirigirse al público, sino porque la mayor parte de sus canciones se me hicieron aburridas a pesar del esfuerzo en los arreglos. No soy yo precisamente de los que reniegan de las canciones de amor, pero también me parecen interesantes otros temas y, en cualquier caso, la mayor parte de estas no me emocionaban. En la música y en el estilo me recordaba a veces a Family o Nosoträsh, pero a mí no me llegó esa magia que estos otros grupos me transmiten.

Quiero incidir en lo que dije a cuenta del concierto anterior: había muchas grabaciones y eso no me convence. De hecho, había momentos en los que el bajista cogía otra guitarra, que tampoco aportaba tanto, y los bajos estaban grabados.

A continuación llegaron los cabeza de cartel del Festival: Amaral. Hicieron un concierto bastante similar al del Sonorama, pero hubo algunos cambios en el repertorio: "Mares igual que tú" fue movida del final del concierto a la primera parte y el cierre fue con "Hacia lo salvaje". Creo que tocaron alguna canción que no interpretaron en el Sonorama, como "Soledad", aunque igual me equivoco. Me pareció que funcionaba mejor acabar más arriba como hicieron en esta ocasión.

Por otra parte, aunque fue un concierto similar, no me aburrí: de hecho, me emocioné en varias ocasiones. Hay algo que me... ¿sobrecoge?... No sé encontrar la palabra concreta para la emoción, pero me produce un placer muy grande encontrar esa maestría en las interpretaciones, las composiciones y la puesta en escena, pero también ese intuir algo hermoso en la forma de ser como personas, en especial de Eva, más que nada porque de Juan es difícil saber algo. En cualquier caso, sin ser un grupo al que haya seguido, me parece que son un tesoro nacional y me sentí afortunado de poder verlos.

Amaral en el Festival Gigante 2021

El último grupo de la noche, Arde Bogotá, también lo había visto en el Sonorama dos semanas antes. Pero esta vez los vi desde más cerca, más descansado y con el conocimiento previo: los disfruté más. Sigo sin estar convencido con las letras, pero quedé todavía más impresionado con su destreza musical y me reafirmé en la impresión de que tienen una personalidad propia que, bien desarrollada, puede llegar muy lejos. Ya he hablado de varios bajistas y quiero destacar al de este grupo, que también tenía un sonido que me gustaba mucho. En general, todos los miembros me parecieron con un nivel increíble.

Arde Bogotá en el Festival Gigante 2021

Nos fuimos de la Huerta del Obispo del Palacio Arzobispal con la alegría de que los planes al final hubiesen funcionado: la buena música ayuda a curar.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:29 p. m.

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