Escritos sobre música


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Sobreviviendo al mundo del espectáculo con dos chubasqueros de más

~ jueves, junio 24, 2021 ~


Crónica del concierto de Quique González en el Pozo Barredo de Mieres el 23 de julio de 2021

La última vez que vimos a Quique González en Asturias, pillamos una mojadura de campeonato. Al día siguiente, compramos un chubasquero, que echamos de menos más adelante en Aranda de Duero viendo a Morgan. Por eso, esta vez, para ver a Quique en Mieres, consultamos frecuentemente durante el día la previsión del tiempo, que siempre decía que iba a llover justo a la hora del concierto, y fuimos pertrechados con ropa de abrigo y el dichoso chubasquero: así se vive al “estilo cantábrico”.

Lo que no nos esperábamos es que la organización fuese también muy previsora: al entrar, además de tomarnos la temperatura y desinfectarnos las manos, nos dieron otro chubasquero. Por lo menos el gesto indicaba que si llovía el concierto no sería cancelado, uno de nuestros miedos.

Fuimos de los más madrugadores y pillamos primera fila, un poco ladeados. La organización también había utilizado una disposición que todavía no nos habíamos encontrado: la sección derecha estaba reservada a sillas individuales, para gente que había comprado ese tipo de entradas, aunque luego fuesen con alguien más. Nosotros estábamos a la izquierda, en la más numerosa sección de entradas dobles. Hubo lleno, si se puede llamar "lleno" a agotar las entradas pero tener a la gente muy separada en una gran explanada donde cabrían en la vieja normalidad probablemente cinco veces más personas. Nunca creí que echaría de menos estar horas de pie sufriendo empujones, y probablemente para mi muy envejecida espalda que ha sufrido tanto en los últimos festivales pre-pandémicos no sea lo mejor, pero la realidad es que hubo momentos que añoré mucho aquellos apretones y poder saltar... O tal vez sólo añoraba ser joven...

El escenario estaba al lado del castillete del pozo Barredo, un armazón metálico que me recordó a la torre Eiffel. Enfrente de nosotros había dispuestos en forma de ele un Wurlitzer y otros dos teclados, uno de ellos con un claro “Legend” en el costado. Una de las incertidumbres de la noche era la formación: estaba claro que era banda al completo, y no Quique en solitario, pero ¿quién le acompañaría...?


A las 9:10, todavía con luz solar, mientras acaba de sonar un “Going California” de Bill Frisell (gracias, Google) que sonaba a recochineo en el frío mierense, se disipó la duda: los teclados eran de Raúl Bernal, acompañante habitual de Lapido, de guitarras se encargaba Toni Burnet y la sección rítmica era la habitual de Los Detectives: Edu “Surise" Olmedo en la batería y Alejandro “Boli” Climent en el bajo.

Quique apareció luciendo americana, patillas triangulares, bigote y una perilla que le daban un aspecto de jugador de póker en un western rodado en los años 70. Con una Fender Telecaster, en lugar de la habitual acústica, empezó a tocar “La luna debajo del brazo”. Nuevamente, sonó irónico ese gran verso sobre “las piernas ardiendo en el salpicadero”: quién pudiera estar conduciendo hacia el Puerto de Santa María bajo el sol en lugar de estar pasando frío en una noche de San Juan sin hogueras...

Quique habló poco. Comentó que iban a hacer canciones viejas, canciones nuevas y algunas canciones viejas con nuevos arreglos y algunas canciones que no tocaba mucho. Así fue: entre cambios de guitarra continuos sonaron canciones de todos sus discos excepto, curiosamente, del último con las letras de García Montero, "Las palabras vividas". Cayeron "Kamikazes enamorados", "Polvo en el aire", "Avería y redención", "Se estrechan en el corazón", "Me agarraste", "Pequeño rock and roll", "Nadie podrá con nosotros", "Su día libre"...



Entre las que indicó que llevaban nuevos arreglos estuvieron "Pájaros mojados", "Es tu amor en vano" y "Caminando en círculos", aunque la verdad yo no detecté un gran cambio. En general, las mayores novedades me parecieron los arreglos de guitarra de Toni Brunnet, que tienden a ser sutiles e incluyen la guitarra española en algunas canciones, instrumento que otros acompañantes de Quique no han incluido, los hammonds de Raúl Bernal, que me gustaron especialmente cuando rellenaba huecos y respondía a la voz o la guitarra, y algunos bajos de Boli Climent, que son cambios sobre las canciones originales pero no me pareció que cambiasen sobre lo que ha hecho otras veces en canciones que ha tocado en giras anteriores.

El sonido fue casi perfecto: se escuchaban todos los instrumentos muy claramente y estaban donde tenían que estar. Sólo eché en falta en algunos momentos mayor volumen de guitarra en los solos, para que destacase más. Yo tengo un pasado heavy y me gustan los solos de guitarra heroicos, épicos, grandilocuentes, pero ese no es el estilo de Toni, ni de los discos de Quique desde "Pájaros mojados". La voz de Quique se oía perfectamente y cantó bien, con el estilo de los últimos años. Se recreó, como suele hacer, en "Polvo en el aire", "No es lo que habíamos hablado" y "La casa de mis padres".

En las letras no hubo grandes cambios sobre lo habitual. Añadió en "Se estrechan en el corazón" estos versos que suele cantar últimamente:

Viste cómo entraban en el restaurante,
viste cómo duermen en los hospitales,
viste que pensaba debería dejarte ya,
debería dejarte

Lo ha grabado alguien en vídeo y se puede ver aquí (el mismo canal tiene otros vídeos del concierto). Por cierto, hemos estado comentando sobre de qué puede ir esta canción que, como muchas de los últimos tiempos de Quique, nos resultan difíciles de interpretar, y no lo tenemos claro. Escuchándola ayer, se me ocurrió que quienes se estrechan en el corazón son las canciones, pero la verdad es que estos versos no encajan para nada en esa interpretación. Se admiten sugerencias.

Un momento curioso fue cuando Toni Brunet empezó a interpretar el staccato inicial de "Salitre" mientras Quique afinaba su guitarra con la cejilla en el segundo traste y el técnico de guitarra, Flanen (¿o Flanel?), se acercó discretamente y le señaló que tenía que ponerla en el cuarto. Me gustó que, aparte de ir presentando a cada músico en distintas canciones, en los agradecimientos finales Quique se acordase uno a uno de todos los que le acompañan en la gira y los presentase por su nombre.

Con "Los conserjes de noche" fue indicando que se estaba acabando la noche y remató con la nueva canción que ha sido presentada hace unos días: "Puede que me mueva". Tuvo un lapsus gracioso: no se acordaba de cómo empezaba. Yo, que me he empeñado en sacar y grabar todos los instrumentos y tengo intención de hacer un vídeo si no me agoto antes, estaba esperando precisamente esa frase porque me ha llamado la atención que alguien que elije vivir en Cantabria en lugar de su Madrid natal diga "Quiero intentar vivir al estilo mediterráneo": ¿estará la canción dando voz a algún personaje o será un deseo contradictorio...?

Se despidieron tras interpretarla de manera fiel al album, excepto en que, lógicamente, Raúl no podía interpretar al mismo tiempo el Wurlitzer y el hammond. En la gran explanada, sonaban escasos los reclamos del público para que volviesen, aunque estaba claro que iba a haber bises. No creo que fuese falta de ganas, sino que la situación, con la separación y las medidas de seguridad, parecía atenazarnos: siguiendo las indicaciones de la organización, nadie se movió de su sitio, cohibidos incluso a ponernos de pies luego para la ovación final. Aunque a mi espalda le venga bien, y aunque entienda que es necesario y me parece infinitamente mejor esto que no tener nada, eché de menos algo que hace los conciertos distintos a los discos aunque los intérpretes repitan arreglos grabados: el sentido de comunidad que aquí tímidamente se dio cuando las palmas acompañaban algunas canciones o cuando se coreaban algunos versos con voces que no podían llenar la inmensidad del espacio.

Volvieron para hacer, si no recuerdo mal, "La casa de mis padres", "Dallas Memphis" (emocionante recordar juntos aquel viaje en sentido inverso) y "Vidas cruzadas".


Luego comenzó el desalojo escalonado del público. Mientras esperábamos nuestro turno, descubrimos que a un par de "butacas" estaban Alfredo González y Silvia Quesada. La organización nos pidió que siguiésemos manteniendo la distancia y no tuvimos ocasión de saludarlos. Por cierto, el público pertenecía todo más o menos al mismo grupo etario, esa expresión que hemos aprendido con la pandemia, y que implica que andaremos la mayoría estos días entre vacunas. Esa es una de las razones por las que nosotros de momento no vamos a conciertos en sitios cerrados. Ya queda poco...

Hicimos un alto en el stand de merchandising. Me hubiese gustado encontrar el último single que no se vende en grandes tiendas, pero no lo tenían. Cayeron una camiseta, una libreta y una tote bag.

Nos fuimos sin que la lluvia hubiese hecho acto de presencia, así que, al final, sobrevivimos al mundo del espectáculo con dos chubasqueros de más.


Repertorio (creo que están todas pero el orden no es correcto)

La luna debajo del brazo
Kamikazes enamorados
Polvo en el aire
Pájaros mojados
Pequeño rock and roll
Me agarraste
Avería y redención
Nadie podrá con nosotros
Se estrechan en el corazón
Orquídeas
Es tu amor en vano
Caminando en círculos
No es lo que habíamos hablado
Su día libre
Salitre
Clase media
Y los conserjes de noche
Puede que me mueva
La casa de mis padres
Dallas Memphis
Vidas cruzadas

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
10:50 p. m.

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