La última copa de Daiquiri Blues
~ lunes, febrero 14, 2011 ~
Mientras desfilan por la ventanilla los pueblos de Castilla que se aprietan a los ríos para sobrevivir al desierto de la meseta, empiezo la enésima crónica, la del concierto de fin de gira de Daiquiri Blues en el Florida Park.
Habría que empezar por el lugar: una sala de fiestas en medio del Retiro. Pero en realidad la historia empieza un poco antes, cuando nos encontramos con Iller, Vega y otros quiquifrikis para preparar el concierto. Vega nos marcó la estrategia: mejor situarse a un lado que abajo. Eso hicimos y fue una estrategia muy acertada.
Así que en lugar de bajar a la pista que parecía construida en los tiempos de bailes de salón y remodelada en los estilosos 70, nos situamos a la izquierda del escenario. Desde allí pudimos disfrutar de un aperitivo de lujo: César Pop interpretando sus canciones acompañado de Txetxu Altube.
César se presentó modestamente, suponiendo que la gente no le conocía, pero hay que recordar que, aunque aquella era la tercera noche en e Florida Park, era la primera fecha fijada, para la que compramos entradas los más quiquifrikis entre los quiquifrikis, esos que sabemos bien de la admiración que profesa Quique por el músico asturiano, así que no eran pocos los que ya conocíamos sus canciones, incluyendo esos que repetían de la noche anterior, donde pudieron descubrirle en la misma función si aún no habían tenido el gusto.
Cuando yo empecé a conocerle hace año y pico me pareció interesante, pero con algo por cuajar en las canciones y en la voz. En la noche del sábado ya no pude encontrarle defectos: las canciones me parecen redondas, con unas letras muy logradas, y su voz imperfecta sirve para darle más personalidad, para que no se parezca a nadie.
Me emocioné escuchando esas letras ("qué suerte tienen algunos / encuentran a la primera", sonreía mientras sentía que había sido afortunado), perfectamente acompañadas por las guitarras, las armonías vocales y la emoción de Txetxu. Me parecen ambos unos músicos excepcionales. Un ejemplo: Paredes desnudas. He tenido la suerte de verles muy de cerca en otras ocasiones y he comprobado cómo son gente de esa para la que la música es algo más que un entretenimiento, una profesión o una forma artística: es su vida.
En una de las canciones apareció Quique para acompañarles en la guitarra y en la voz. No es nada común que el artista principal salga a tocar con el telonero. Está claro que no nos encontramos ante un simple espectáculo comercial que sigue normas rígidas y establece escalafones, sino ante un encuentro de músicos y amigos celebrando eso que les da la vida. Flacos y famosos, así se llamaba la última canción que hizo César si no recuerdo mal, un canto a la amistad con forma de ranchera que resume muy bien lo que se estaba viviendo.
César y Txetxu fueron excelentemente acogidos por el público, que ante algo que no era lo principal que habían ido a ver no mostraron ningún signo de impaciencia sino todo lo contrario, respecto e interés, y ellos tuvieron la inteligencia de ser breves: menos de media hora.
Al poco se subieron al escenario los camareros habituales que sirven últimamente el Daiquiri Blues: Toni Jurado con pelo corto y gafas de Mike en la batería, Jacob con corbata roja y americana gris al bajo, Julián Maeso con deslumbrante traje blanco (según bromeó Quique, encontrado en los camerinos del Florida Park) a los teclados, Mario Raya con americana y chaqueta negra a las guitarras y el jefe, Quique González, con camisa estampada y americana negra. Iban vestidos para una fiesta: la fiesta del fin de gira. Era demasiada ropa para el calor que se iba a generar: llegó a haber un desmayo de una chica en el Polvo en el aire. A nosotros nos libraron nuevamente los consejos de Vega.
El principio del repertorio anticipó el resto: Quique gritó: «¿Cómo están los chicos?», y empezó a sonar un Suave es la noche cañero que anunció que esta era una fiesta de rocanrol y no de bailes de salón.
Tenía ganas de algo así, de ver a Quique en una sala donde poder botar y disfrutar de esas canciones rockeras que no se hicieron para un teatro. De acuerdo, es verdad que el sonido no fue tan bueno como en los teatros: aunque nuestra situación, ladeados y al lado de los altavoces no es la mejor para juzgar, no disfrutamos del sonido cristalino de los teatros, pero a cambio obtuvimos la fuerza del rocanrol, esa energía que no se hizo para culos sentados en butacas sino para culos que se mueven al mover los pies.
De acuerdo con el emplazamiento, las canciones seleccionadas fueron en gran parte de las más eléctricas entre las que han sonado en esta gira. Aquí no hubo un Rompeolas, Día de feria, Aunque tú no lo sepas o Anoche estuvo aquí, pero no faltaron ni Hotel Los Ángeles, ni Te lo dije, ni Miss Camiseta Mojada, ni Vidas cruzadas ni Cuando éramos reyes.
Por supuesto, hubo también algunos momentos de ritmo más calmado, desde el Daiquiri Blues que da título a la gira hasta el De haberlo sabido (con homenaje emocionante a Antonio Vega a través de unas estrofas de su El sitio de mi recreo al final) o Hasta que todo encaje, pero faltaron canciones del último disco que hacía al principio de la gira como Anoche estuvo aquí o Lo voy a derribar.
Salitre 48 tuvo bastante presencia, con la canción que le da título (a la mitad Quique le grito a Tony: «Cántatela»), La ciudad del viento y Bajo la lluvia, además del De haberlo sabido ya referido. De Pájaros mojados sonó también la canción que le da título y un Pequeño rock’n’roll en los bises muy intenso (única ocasión en la que Quique se sentó al piano), además de las ya mencionadas.
La banda sonaba desatada, en especial Tony Jurado: probablemente no es verdad que haya levantado Algeciras con sus propias manos, pero si se pone, podría tirarla abajo. Julián Maeso tuvo más protagonismo que en anteriores en ocasiones y a veces incluyo llegó a estar el Hammond demasiado alto; por otra parte, hizo un curioso solo de guitarra en Salitre. Mario Raya demostró que puede cubrir el hueco en una banda que pide grandes guitarristas: ya tiene el repertorio dominado, y trabaja para las canciones, tanto con sus guitarras y mandolina Fender, como con el lap steel. Jacob estuvo en su sitio, como siempre.
Entre los momentos especiales de la noche estuvo la interpretación de Riesgo y altura, en la que Quique llamó a César Pop para que les acompañase en el piano. Fue un intermedio en la línea de rock porque la banda por un momento se pasó al jazz. En otro de los bises Quique llamó a Txetxu para que le acompañase con Cuando éramos reyes, canción que es perfecta para la pasión interpretativa del líder de Los Madison.
Sobre el público, qué decir: que estaba entregado desde el principio y que vibró exactamente al mismo compás que los músicos. Cuando había canciones de ritmo vivo, bailes, gritos y palmas; cuando llegaban los momentos más tranquilos, un silencio no habitual en este tipo de salas.
Poco antes del final sonó Y los conserjes de noche, ese clásico de su primer disco, con un final estruendoso en el que Toni Jurado parecía que no quería bajar el volumen para que destacara la armónica de Quique.
Y así se fue llegando al gran final con La luna debajo del brazo. Cuando Quique presentó a todo el equipo, animó a Alex, uno de los técnicos de guitarras, a tocar una con ellos. No salió entonces, pero sí ahora, para acompañarles con la acústica. Creo que es una buena forma de destacar una faceta muy importante de Quique: a pesar de no ser tan mayor, es un maestro, un mentor, alguien que anima a muchos otros a que saquen lo mejor de sí mismos...
Esta fue la última copa de Daiquiri Blues. Fue un placer compartirla con amigos que nos hemos reunido alrededor de este cóctel. Fue el fin de una fiesta, pero no hay tristeza porque ya está fijado el principio de la siguiente. Allí estaremos, viviendo momentos felices de la forma más sencilla: a base de buena música.
Para saber más: fotos de lujo por obra y gracia de Iller, crónica de Vega y Carlos y crónica de Mercadeo Pop, incluyendo repertorio, fotos y vídeos.
Etiquetas: César Pop, Crónicas conciertos, Los Madison, Quique González, Txetxu Altube
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
12:03 a. m.