Con elegancia
~ miércoles, mayo 28, 2008 ~
Como «La vida por delante», su otro disco hecho a partir de poemas musicados por Gabriel Sopeña, es un disco desigual, pero tiene algunas maravillas...
«Transgresiones», basada en un poema de Mario Benedetti, la suelo tocar con la guitarra, cantando eso de...
Todo mandato es minucioso y cruel.
Me gustan las pequeñas transgresiones.
Por ejemplo, inventar el buen amor
en los cuerpos
y en tu cuerpo.
Obedecer a ciegas
deja ciego
crecemos solamente en la osadía.
«Con elegancia» es otra que acierta de lleno en la mezcla de música y letra, tal vez porque ya venían juntas en la canción de Jaques Brel. Hay otras que, en cambio, considero fallidas: «Cuando pienso en los viejos amigos» adolece de un exceso de repeticiones, «Si me pagaran un millón de dólares por este poema» tiene una música demasiado tópica, «La aurora de Nueva York» no es el Lorca que más me gusta (para eso soy muy vulgar: lo prefiero cantado por gitanos, en ese otro disco del que un día tengo que hablar), «Inútil escrutar tan alto cielo», está basado en un buen poema pero no me gusta como canción, «Durante la invasión» es otra música demasiado tópica...
Pero todavía hay un par de joyas más... «La milonga de los dos hermanos» tiene una cualidad de copla de juglar que te obliga a escuchar, con un Borges gaucho tan acertado en esta historia de los bajos fondos como cuando se inspira en oscuros libros. Mi frase favorita: «Estoy viendo que esta noche vienen del sur los recuerdos».
Pero, para mí, lo mejor es la última canción: «Una provincia», basada en un poema de Juan Manuel Bonet. Me hipnotiza esa guitarra acústica, esos efectos atmosféricos y esa forma que tiene de evocar una infancia que yo nunca he vivido: contra el tópico, mi paraíso no está en la infancia. Sin embargo, me gustan esos versos: «De aquella provincia jamás / podrá expulsarte ningún ángel». Tuve una época en la que la escuchaba todas las noches varias veces en bucle, como una oración para llamar al sueño.
Los versos, cuando son buenos, son palabras de dioses. O de locos. O de ambas cosas.
Etiquetas: Gabriel Sopeña, Jaques Brel, Loquillo, Poesía
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
12:02 a. m.