I've just found God (and he was living in Harlem)
~ lunes, diciembre 28, 2009 ~
Fuimos a una iglesia el día de Navidad. Había cola de turistas... y no hubo misa: es día de fiesta pero no de culto.
Así que volvimos a intentarlo hoy, pero a otra iglesia. En Harlem hay más de 600. Y otros lugares de culto: al salir del metro apareció el cartel luminoso del Apollo.
La misa en la United House of Prayer for All People no prometía: había más turistas que fieles. Durante casi una hora, sólo un par de viejos cantando, acompañados, eso sí, por las panderetas de los pocos negros presentes. Así es normal que tocar la percusión les sea fácil. Los turistas, en cambio, daban palmas como no se deben dar: en la parte del bombo en vez de la de en la de la caja.
Según avanzaba la ceremonia, se iban incorporando instrumentistas, hasta haber una tuba y seis trombones, sin contar la del niño de unos seis años que estaba allí como uno más, absorbiendo la música como la leche de mamar. Subían de vez en cuando la intensidad, se levantaban, y el brillo del latón transformaba aquella iglesia de Harlem en una calle de Nueva Orleans. El speaker se lanzó a improvisar acompañado de la banda y luego fue el turno de uno de los trombones. Poco a poco, empezaron a llegar los trances: así aprendí que la mítica actuación de James Brown no es más que la translación de algo habitual en una misa gospel, incluyendo el acompañante por si el poseído se cae.
Fue una actuación pobre que, sin embargo, servía para entender porque nunca podremos hacer música como esa gente que la mama desde niños.
Intentamos ir a comer a un sitio de soul food, pero nuevamente nos encontramos con la cola de turistas que leen las mismas guías que nosotros. Muertos de hambre, comimos en el bar de enfrente, que debía de estar regentado por seguidores de Malcom X y no servía ni carne ni alcohol.
***
Por la tarde teníamos las entradas más baratas para The Nutcracker (El cascanueces en VOS) del Ballet de Nueva York. Estábamos en quinto anillo. No sé cuántos metros habría hasta el suelo, pero aquel edificio era impresionante. También lo eran los trajes, el sonido de la orquesta, los saltos de los bailarines... pero ese espectáculo me recordaba más al circo que al arte, esa que trata de hablar directamente con Dios. Aunque tenga que inventárselo.
Así que volvimos a intentarlo hoy, pero a otra iglesia. En Harlem hay más de 600. Y otros lugares de culto: al salir del metro apareció el cartel luminoso del Apollo.
La misa en la United House of Prayer for All People no prometía: había más turistas que fieles. Durante casi una hora, sólo un par de viejos cantando, acompañados, eso sí, por las panderetas de los pocos negros presentes. Así es normal que tocar la percusión les sea fácil. Los turistas, en cambio, daban palmas como no se deben dar: en la parte del bombo en vez de la de en la de la caja.
Según avanzaba la ceremonia, se iban incorporando instrumentistas, hasta haber una tuba y seis trombones, sin contar la del niño de unos seis años que estaba allí como uno más, absorbiendo la música como la leche de mamar. Subían de vez en cuando la intensidad, se levantaban, y el brillo del latón transformaba aquella iglesia de Harlem en una calle de Nueva Orleans. El speaker se lanzó a improvisar acompañado de la banda y luego fue el turno de uno de los trombones. Poco a poco, empezaron a llegar los trances: así aprendí que la mítica actuación de James Brown no es más que la translación de algo habitual en una misa gospel, incluyendo el acompañante por si el poseído se cae.
Fue una actuación pobre que, sin embargo, servía para entender porque nunca podremos hacer música como esa gente que la mama desde niños.
Intentamos ir a comer a un sitio de soul food, pero nuevamente nos encontramos con la cola de turistas que leen las mismas guías que nosotros. Muertos de hambre, comimos en el bar de enfrente, que debía de estar regentado por seguidores de Malcom X y no servía ni carne ni alcohol.
***
Por la tarde teníamos las entradas más baratas para The Nutcracker (El cascanueces en VOS) del Ballet de Nueva York. Estábamos en quinto anillo. No sé cuántos metros habría hasta el suelo, pero aquel edificio era impresionante. También lo eran los trajes, el sonido de la orquesta, los saltos de los bailarines... pero ese espectáculo me recordaba más al circo que al arte, esa que trata de hablar directamente con Dios. Aunque tenga que inventárselo.
Etiquetas: Ballet, Gospel, James Brown, Soul
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
4:32 a. m.