Seems like the spirit is pushing me onwards
~ lunes, enero 19, 2009 ~
Voy perdiendo la costumbre. El diablo, en forma de ordenadores conectados a otros ordenadores —tal vez sin personas detrás, quién sabe—, me tienta y gana demasiado a menudo. Pero es domingo y tengo que invocar al sueño, así que recurro al viejo conjuro: la voz del brujo apartado de la tribu, el alquimista obsesivo que intenta convertir todo en blues, y ha conseguido lograrlo casi siempre.
Así me mezo, encerrado en mis auriculares, y empiezo a respirar un aire que tampoco sé si existe: el que intuyo entre el sonido metálico de las guitarras acústicas, la madera de los saxofones de garganta negra, las cuerdas para ahorcarse del bajo, el aullido de elefante del hammond y el golpe monótono sobre el parche del bombo. Y Van Morrison recita para sí mismo, piensa en alto, ajeno al hecho de que yo le estoy escuchando.
La felicidad y la belleza absolutas tienen el más contradictorio de los efectos en mí: me provocan ganas de morir. «Es duro imaginar que nada pueda ser mejor», decían unos esclarecidos hace tiempo; tal vez sea eso. O el anhelo de trascender justo cuando mejor me siento, un impulso religioso, el producto de un defecto de fabricación del ser humano.
O tal vez no sea un defecto sino una característica positiva: el mismo espíritu inexistente es el que nos empuja a seguir, dando un rodeo para llegar a donde no vamos a dejar de llegar tarde o temprano; es sólo un paseo, pero pasear es una de esas cosas para las que estamos hechos esta especie bípeda, la estirpe de los mortales.
No resbala la lluvia por estos cristales, pero la voz de Van Morrison me dice que está lloviendo. Julio Cortázar también escribía escuchando música. Yo lo he leído en silencio. ¿Tal vez por eso no me llega tan hondo la mayor parte de las veces? ¿Alguien podrá escuchar la música que yo escucho mientras escribo en mi cabeza esto que ya no sé por qué empecé a teclear? Ah, debe de ser ese otro efecto de la felicidad y la belleza: me empujan a compartirlas. Una lástima que no sepa transformar unas sinapsis en bits que se conviertan otra vez en sinapsis para reporducir la misma felicidad y exactamente la misma belleza...
He llamado al sueño y ahora la cama me llama. Amén.
Así me mezo, encerrado en mis auriculares, y empiezo a respirar un aire que tampoco sé si existe: el que intuyo entre el sonido metálico de las guitarras acústicas, la madera de los saxofones de garganta negra, las cuerdas para ahorcarse del bajo, el aullido de elefante del hammond y el golpe monótono sobre el parche del bombo. Y Van Morrison recita para sí mismo, piensa en alto, ajeno al hecho de que yo le estoy escuchando.
La felicidad y la belleza absolutas tienen el más contradictorio de los efectos en mí: me provocan ganas de morir. «Es duro imaginar que nada pueda ser mejor», decían unos esclarecidos hace tiempo; tal vez sea eso. O el anhelo de trascender justo cuando mejor me siento, un impulso religioso, el producto de un defecto de fabricación del ser humano.
O tal vez no sea un defecto sino una característica positiva: el mismo espíritu inexistente es el que nos empuja a seguir, dando un rodeo para llegar a donde no vamos a dejar de llegar tarde o temprano; es sólo un paseo, pero pasear es una de esas cosas para las que estamos hechos esta especie bípeda, la estirpe de los mortales.
No resbala la lluvia por estos cristales, pero la voz de Van Morrison me dice que está lloviendo. Julio Cortázar también escribía escuchando música. Yo lo he leído en silencio. ¿Tal vez por eso no me llega tan hondo la mayor parte de las veces? ¿Alguien podrá escuchar la música que yo escucho mientras escribo en mi cabeza esto que ya no sé por qué empecé a teclear? Ah, debe de ser ese otro efecto de la felicidad y la belleza: me empujan a compartirlas. Una lástima que no sepa transformar unas sinapsis en bits que se conviertan otra vez en sinapsis para reporducir la misma felicidad y exactamente la misma belleza...
He llamado al sueño y ahora la cama me llama. Amén.
Etiquetas: Van Morrison
Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
12:32 a. m.