Escritos sobre música


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«Joy» significa «Dicha» (I)

~ jueves, enero 01, 2009 ~

Me levanto en la mañana de Año Nuevo e intento utilizar el método proustiano de empapar una magdalena para recuperar los recuerdos. No funciona. Y seguro que no es por utilizar Nesquik en vez de té: el gesto que repito todas las mañanas en casa no puede servir de anzuelo para recuerdos de días en los que dormí en el Hotel Pirámides y desayuné croissants a la plancha, churros con chocolate o incluso nada porque me levanté demasiado tarde para desayunar.

Llevo muchos años siguiendo las crónicas de los conciertos en Madrid, compartiendo admiración y envidia al leer el recuento de los hechos por parte de Vega o Carlos, y a pesar de que doce conciertos de Quique desde 2001 (llevo tres horas para hacer la cuenta) y una página dedicada a sacar todas sus canciones me otorguen el título superior de quiqui-friki para bien o para mal, nunca hasta ahora había ido a verle a Madrid porque, aunque no lo parezca, tengo vida fuera de Quique González y de Internet. Los astros esta vez se confabularon a mi favor e hicieron que coincidiera el fin de gira con mi visita a la capital por motivos mucho más importantes: quien sepa de luces azuladas que curan las heridas sabe de qué estoy hablando…

Teníamos entrada compradas para el 26 desde antes de que se anunciasen nuevas fechas. Yo llegaba ese día y, ante el lío con la limitación de aforo, decidimos ir el 27. Llegamos a la Joy Eslava sobre las siete y media, 30 minutos antes de la apertura de puertas. Me esperaba colas; a fin de cuentas, parece que es una tradición de Madrid por estas fechas: en Doña Manolita, en una tienda que anuncia rebajas de bolsos en la Gran Vía, en todos los Gino's... Pero no a esas horas en la Joy. Había una puerta distinta para los que teníamos entradas del 26 y otra para los del 27. Realmente, parecía muy bien organizado.

Pasamos y ya había unas cuantas filas ocupadas, así que decidimos sentarnos atrás a la derecha: ya estamos mayores para estar de pies durante horas después de pasar el día de arriba abajo. Este es el aspecto que presentaba la sala desde donde nos encontrábamos:



(Me disculpo por la calidad de muchas fotos: con una compacta sin que llegue el flash y en un sitio con poca luz, poco se puede hacer. Sin embargo, más adelante hay algunas que me gustan mucho.)

Con una puntualidad inusual en el rock, a las 8 y media aparecieron los Chicktones con Mac a la cabeza. El sonido era muy bueno, excepto por el contrabajo, que no tenía presencia. Mac es un monstruo con la guitarra y eso ya lo sabía (lo había visto hace unos años con los Del Tonos), pero me sorprendió con la voz: también me gustó mucho. El único problema es que no me suelen atraer los grupos demasiado restringidos al blues o el rockabilly.

A mitad de su actuación, nos levantamos: la sala se iba llenando y queríamos ponernos en un sitio con buena vista, sobre el escalón detrás de las vallas de la derecha. Desde ahí está hecha esta foto a los Chicktones:



Hicieron un repertorio de una media hora, con canciones de sus dos discos, incluida el «Espérame» que les escribió Quique. Creo que con la que acabaron fue con la que dijeron que pertenecía a Autopista. A ver si sale pronto ese disco.

Si la puntualidad de los Chicktones fue inusitada, la impuntualidad de Quique fue todavía más sorprendente: ¡salieron cinco minutos antes de lo anunciado! Más tarde comprenderíamos muy bien por qué…

Empezaron con «Pájaros Mojados» (el repertorio entero se puede encontrar en este mensaje del foro) y otra vez me volvió a sorprender el buen sonido que al que ha llegado Quique. Pero de eso, también más adelante entraré en más detalles...

Después de unos cuantos temas, Quique se dirigió al público por primera vez y fue para agradecer a los que habíamos cambiado la entrada del día anterior. Dijo algo así como: «Teníamos un problema y gracias a vosotros se ha solucionado». Creo que ese tipo de pequeños gestos le honra y sirven para mostrar que sigue, como siempre, muy pendiente de su público.

Quise capturar algunos momentos con la cámara, con malos resultados. Dejaré un par de fotos. En la primera, se ve a Quique concentrado al piano-capri:



En la segunda, se le ve con una guitarra que no recordaba de conciertos anteriores, una Gibson ES:



Al fondo también se puede ver a dos de sus técnicos. Me gustó ver a uno de ellos cantar desde su puesto las canciones de Quique...

El concierto siguió los derroteros habituales de esta gira, y yo lo iba disfrutando como disfruto últimamente los conciertos de Quique. El resto del público también parecía estar pasándolo muy bien. Recuerdo que en un momento dado me golpeó el hombro el chico de detrás sólo para decirme: «¡Qué bueno está siendo!».

Lo estaba siendo. Quique no hablaba mucho, pero en algún momento comentó que sólo quedaban dos conciertos para acabar la gira. Yo estaba allí, tan feliz, pensando que el martes todavía estaba en Madrid y preguntándome por qué no había comprado entrada para ese concierto. ¿Sólo porque el miércoles tenía que madrugar y porque parece absurdo ver tres conciertos de la misma gira de un artista, dos con pocos días de diferencia, en la misma sala y con el mismo formato? ¿Es eso razón suficiente? ¿Sirve la razón para todo...?

Entre los momentos especiales, la interpretación de «Frío» de Alarma!!! Ya había visto cómo hacían un fragmento al final de «Cuando éramos reyes» en el concierto de Gijón, pero esta vez la hicieron casi entera.

Otro momento para recordar fue cuando presentó a dos hermanos: Leiva de «Pereza» y Juancho de «Sidecars», que armados con sendas guitarras de Quique acompañaron a La Aristocracia del Barrio en «Hotel Los Ángeles» («Hotel Pirámides» para un servidor desde este fin de semana) y «Avería y redención». Intenté hacer fotos, pero salieron totalmente movidas, tal vez porque lo que me apetecía era bailar como un loco:





Volví a comprobar que Leiva tiene un magnetismo especial. A veces se acerca al borde del escenario, se inclina, y parece que es capaz de flotar sobre la gente; cuando se retira, el público sigue unido a su presencia y es como si diese un paso más hacia el escenario. Así, provoca una subida de intensidad automática con su sola presencia.

Y eso que el público en general estaba animado y participaba, pero tal vez un poco menos de lo esperado en algunos momentos especiales. Por ejemplo, cuando presentó «Y los conserjes de noche», Quique dijo que era la canción más votada y que, por lo tanto, nos tocaba cantarla a nosotros... Se cantó, pero yo esperaba más volumen. No me pareció que fuese por falta de ganas; en absoluto, lo achaco más a cierta timidez: no todos los fans de Quique son expansivos como quinceañeras seguidoras de Rebeldes; eso sólo lo somos algunos... También en el primer bis casi no hubo peticiones. Sí, ya se sabe que van a salir, que es todo parte del ritual, pero he estado encima de un escenario y sé que se agradece mucho el ruido reclamando más…

Con mucho rock y momentos íntimos (nunca sentí tan intensamente «Calles de Madrid»), se llegó al final del concierto. Aquí una instantánea de la despedida:



Los músicos se fueron definitivamente y los pipas saltaron a desmontar. Los machacas de la sala, con cara de pocos amigos, nos conminaban a salir de allí. Esa era la razón para la impuntualidad por delante: que había que acabar a la hora estipulada para que volvieran a abrir la sala como discoteca. Entendible (es un negocio), pero una pena.

Antes de coger nuestras cosas del guardarropa, me compré una camiseta que no había visto en el concierto de Gijón: verde, con la serigrafía de esta foto de Quique apoyado en una barra que se ha visto durante la promoción de «Avería y redención», sólo que con la barra sustituida por un diez en perspectiva. Por la parte de atrás pone la lista de discos con su año de edición.

De la que salíamos me presentaron a uno de los mayores fans de Quique. Nos comentó que había ido el día anterior y que había sido bueno, pero con menos emoción. Nos dijo que iba a ir al del martes.

Salimos a la noche cargados de energía, con la misma sensación de placer que producen los mejores momentos de tu vida. Ella, que es doctora en quiqui-frikismo, había pensado lo mismo que yo: ¿por qué no ir al concierto del martes?

A la mañana siguiente ya no brillaban las luces de navidad en los árboles de las plazas madrileñas, pero seguía brillando esa luz dentro de nosotros. Casi sin esperanza, nos acercamos a la Fnac y, como un regalo (a 24 euros, eso sí), nos encontramos con entradas todavía disponibles para nosotros.

Seguimos corriendo por Madrid, sintiéndonos reyes sin necesidad de hacer mensajes de Navidad, hasta el día del segundo concierto...

***

Mi intención era hacer la crónica de los dos conciertos de una vez, pero esto ya es muy largo y el día se acaba, así que es una buena ocasión para hacer una pausa. Mañana, la segunda parte.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:53 p. m.

Comentarios (4)

Anonymous Anónimo ~ 12:29 a. m. #

ay! no me puedo creer que estuviésemos en la misma sala el mismo día a la misma hora viendo el mismo conciertazo y ni siquiera nos saludásemos ni nada...

Espero la segunda entrega mordiéndome las uñas!!!

 

Anonymous Anónimo ~ 12:33 a. m. #

Estuve mirando a ver si te veía, pero si te vi, no te reconocí :-) Algún día nos saludaremos en persona :-)

 

Blogger Lidia ~ 12:51 a. m. #

Estoy de acuerdo en todo. Lo pasé en grande el 27 y me arrepentí el 30.

 

Anonymous Anónimo ~ 9:23 p. m. #

A mí me pasó algo muy parecido a lo que cuentas en tu blog con "Aunque tú no lo sepas" :-)

 

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