Escritos sobre música


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«Joy» significa «Dicha» (y II)

~ sábado, enero 03, 2009 ~

En episodios anteriores, habíamos quedado comprando las entradas para el concierto del martes. Eran distintas a las del sábado: en vez de la foto de La Aristocracia del Barrio, un fondo negro. Tampoco estaban anunciados los Chicktones esta vez, pero la hora de apertura de puertas era la misma. Cuando llegamos, la sala estaba como el otro día, con ya unas cuantas filas ocupadas. Decidimos intentar subir al piso superior. Sólo encontramos un hueco en la esquina a la izquierda: un buen lugar para observar el escenario y estudiar el equipo, algo que me llevaba intrigando un tiempo.

La disposición del escenario era cuanto menos muy estudiada:



Pedreira tenía el cabezal (no fui capaz de ver la marca) a su derecha (se supone que para poder cambiar algo, aunque no lo hizo) y la pantalla detrás a su izquierda, pero en lugar de estar apuntando hacia el público, estaba girada, de tal manera que su sonido no llegaría a Quique y probablemente se evitaría que otros micros capturasen su sonido.

Usó sólo dos guitarras. La mayor parte del tiempo estuvo con la Gretsch verde:



La otra fue esa tipo Telecaster pero que debe de ser de lutier y que empleó, por ejemplo, en el solo de «Nos invaden los rusos»:



Karlos usaba una batería Pearl, con una caja extra o un timbal —no sé— a su izquierda. Delante de la batería, estaban dos amplis de guitarra para Quique puestos en cuña: uno es un Vox (imagino que un AC30) y otro, un Fender. Eso explica otro detalle que me llamó la atención y que se ve mejor en esta foto:



¡Quique llevaba un montón de pedales! Se pueden identificar los dos blancos como los clásicos afinadores Boss, lo que unido a los dos amplis hace pensar que tenía dos líneas distintas para las guitarras. Otros pedales pueden ser de cambio del ampli y alguna caja de inyección para las acústicas. Es curioso que tenga un monitor delante, porque lleva pinganillo; a lo mejor no va todo por ahí y es sólo para escuchar mejor las voces. Y se debía de escuchar muy bien, porque cantó de lujo.

Siempre hay alguien que pregunta por las guitarras de Quique. Empezó con una acústica que creo que es un Martin:



(La cejilla en el segundo traste es para tocar «Pájaros Mojados»)

Luego sacó la Gibson ES que no le había visto hasta este concierto:



Más adelante sacó otra acústica distinta, creo que una Gibson:



De esta Rickenbaker estoy enamorado (y me he fijado que ya sale en "Ajuste de cuentas", tocándola Carlos):



Y también sacó para «Cuando éramos reyes» la Fender Telecaster de la portada de «Personal», aunque no le saqué ninguna foto decente y sólo se ve en esta en medio de la presentación de todo el equipo de gente que le acompañaba:



La verdad es que hizo un despliegue importante: cinco guitarras distintas. Y, al final, era lo que menos se oía.

En esta otra foto general se puede apreciar el piano-capri y el gran ambiente que creaban los juegos de luces:



Quique tenía dos micros (uno para las guitarras y otro para los teclados) y Pedreira uno para los coros que usó poco.

Intenté capturar también el equipo de Jacob:



El bajo es un Jazz Bass y el ampli está claro que es un Ampeg, pero no sé identificar los dos elementos que lleva encima.

Me llamó la atención lo cuidado que estaba todo: había hasta una luz para que Quique pudiese ver bien el repertorio:



Y el grueso del repertorio fue similar al del día anterior. Sin embargo, ya desde los primeros momentos se podía percibir una mayor intensidad, como si esa noche las bebidas estuvieran más cargadas. Pero no era eso: fotos anteriores permiten ver las botellas de agua para Quique. Atrás quedaron los tiempos de los gin-tonic. Desde nuestra esquina, recordaba aquel concierto en la Santa Sebe, en la gira de «Peleando a la contra», Quique sólo con Rebeca, mucho antes del piano-capri, cuando estaba aprendiendo a tocar aquel teclado recién comprado, y el equipo de sonido era lo que hubiese esa noche en el bar, y el técnico de sonido cualquiera que pusiese la sala... Recuerdo sus preocupaciones por sonar bien y está claro que en esta gira ha invertido mucho en ello: aparte de los detalles ya comentados, se nota que quiere estar en posesión de sus facultades y, además, tiene un despliegue humano en el equipo de apoyo muy importante. Pero de eso hablaré más adelante, porque los presentó al final.

Estaba contando, cuando me perdí en una de mis típicas digresiones, que era una noche de emoción especial. El propio Quique lo comentó, diciendo algo así como: «Perdonad que no hable mucho, pero estoy muy emocionado».

También el público estaba más volcado todavía que el sábado. Desde arriba se veía muy bien. Quise hacer fotos para capturar algo que me emocionaba mucho: ver a gente por ahí perdida, en medio de cualquier canción, incluso las más antiguas, o en medio de cualquier parte de la sala, incluso atrás, cantando, muchos como para sí, aunque las fotos tuve que hacerlas cuando las luces iluminaban al público, que solía coincidir con los momentos más animados:





Tampoco las fotos reflejan a la gente bailando, no sólo las chicas de las primeras filas, sino también grupos perdidos por cualquier lugar.

Esta vez Quique animó a cantar especialmente en dos sitios: al final de «Hay partida» y el «na-na-ná» de «Pequeño rock'n'roll». No he conseguido ver «Paloma» en ninguno de los tres conciertos de esta gira, pero ese pequeño momento de «Pequeño rock'n'roll» mereció la pena.

Me gusta fijarme en los pequeños cambios que mete en las letras. Algunos que más o menos recuerdo: en «Nos invaden los rusos» ha cambiado el «queriéndonos lamernos las heridas» por «tratando de lamernos...», tal vez para evitar la redundancia en el pronombre encíclico (qué bonito meter estos términos en una crónica musical). En «Rompeolas» cambió el «viento que rompe las olas» por «viento que muerde...». En «Calles de Madrid» cambió Chamberí por Vallecas y en la siguiente frase dijo algo de sobre su hermano Jacob. En «Te lo dije» hace tiempo que dice «Siete disparos al corazón». En alguna canción que no recuerdo metió una referencia a «La Aristocracia del Barrio». En «Cuando éramos reyes» dice algo de unas coordenadas...

Tal vez sean las fotos, pero veo que esta crónica me está saliendo a perdigonadas, que diría la Sofía Montalvo de Carmen Martín Gaite. Así que ahora van unos cuantos disparos sobre los protagonistas de la noche.

Jacob se mantuvo en su esquina casi todo el concierto, mascando chicle, como un boxeador, moviendo el mástil del bajo a derecha e izquierda, derecha, izquierda, uno, dos, uno, dos..., llevando el ritmo pero haciendo algo atípico en los bajistas: melodía. Porque Jacob canta con el bajo, con unos dedos libres que pueden en cualquier momento subir por el mástil sin perder presencia ni compás. Cada día me gusta más. En estas dos noches me llamó la atención el walking bass que hace en la estrofa de «Palomas en la quinta».



A veces se da la vuelta para dialogar a través de miradas con Karlos:



Y esta vez pudo hacer algo que la presencia de Leiva y Juancho le impidió el otro día: cantar en «Hotel Los Ángeles». Intenté capturarlo pero salió desenfocado porque, como todo el tiempo, no dejó de moverse:





La otra parte de la sección rítmica, Karlos Arancegui, estuvo en su línea. Quique lo definió durante las presentaciones como un poeta. No me parece una mala definición: intenta crear un lenguaje nuevo con su forma de tocar la batería, experimentando y, en lugar de utilizar siempre dos baquetas, a veces llevaba en una mano una escobilla o una maza, y en vez de emplear la caja normal como alternativa al bombo, a veces le quitaba el bordón o empleaba la otra caja que tenía a la izquierda. La poesía es algo muy personal y a mí no me llega el lenguaje de Karlos, pero le reconozco el mérito.

Javi Pedreira, en cambio, me gustó mucho, sin ninguna pega. Ayer, buscando a qué conciertos había ido, vi que ya empezó a tocar con Quique en una etapa intermedia entre los Taxidrivers y la Aristocracia, con Tony a la batería y Joserra Senperena a los teclados. En aquella época la banda sonaba muchísimo peor que ahora, y parte de la culpa era del sonido desmesurado de Pedreira. Ahora, en cambio, ya es parte del sonido de Quique: incluso en las canciones viejas está perfectamente integrado, con su estilo, sin intentar imitar a Carlos Raya. Me parece un mérito formidable. Y creo que la conexión con Quique es tremenda, como demuestran estas fotos de la fase final del concierto:





Por no hablar del abrazo que le dio un poco antes durante la presentación:



¿Qué decir del propio Quique? Me viene a la cabeza aquella letra de Sabina:


¿Qué decir del crítico que indignado me acusa
de jugar demasiado a la ruleta rusa?
Si no hubiera arriesgado tal vez me acusaría
de quedarme colgado en «Calle melancolía»
y eso sí que no...


Quique ha arriesgado mucho con estos cambios, todos los que ha hecho a lo largo de estos diez años. En un primer momento muchos parecieron extraños, casi errores, pero el tiempo (y el esfuerzo) le han dado la razón. En este concierto se le notaba cómodo, disfrutando de las cosas como a él le gustan. Fue muy divertido el momento en el que una chica desde el público le gritó algo así como: «No me conoces, pero eres el hombre de mi vida» y, socarrón, le contestó: «No, no soy el hombre de tu vida, lo que pasa es que tú no me conoces a mí». Se le notaba suelto incluso cuando dejaba la guitarra y agarraba el micro como un remedo de Rod Stewart:















Frente al derrotismo generalizado, ese que repite que da igual lo que hagas, que todo es una mierda, Quique se ha colocado en un lugar propio donde el éxito se mide por hacer lo que quiere y que llegue a un número suficiente de personas para seguir haciéndolo. Da esperanza saber que no todos los esfuerzos caen en saco roto.

Y es que los comienzos no fueron fáciles, pero al final consiguió un gran sonido para la Aristocracia del Barrio. Es curioso que justo ahora quiera empezar otra nueva etapa. ¿Cómo será? Para mí el momento más emocionante de la noche fue a la vuelta de un bis: Quique tocó «Avión en tierra» (creo) en solitario y el resto de la banda volvió al escenario, pero les pidió que le dejasen tocar otra canción sin acompañamiento, diciendo: «Tengo que acostumbrarme a estar solo otra vez para lo que va a venir». Entonces dedicó la canción a alguien que había abierto un albergue para niños conflictivos o algo similar y empezó a tocar «Reloj de plata», consiguiendo el silencio de una sala llena de gente con ganas de bailar y gritar...

Otro momento histórico ocurrió durante los bises: invitó al escenario a Tony Jurado, que se sentó a la batería en lugar de Karlos para interpretar «Te lo dije».







Tony hizo una interpretación ejemplar y, como contagiado con el espíritu de Jacob, más jazzie de lo habitual. Me llamó la atención su aspecto: con gafas y ciertas pintas de profesor chiflado a lo Frank Zappa. Viendo a Tony, pensé en que faltaba Carlos Raya porque no se puede hacer un resumen de estos diez años sin él; pero, por otra parte, es cierto que ya tiene un gran homenaje: «Ajuste de cuentas».

Con Tony se despidieron antes de otro de los bises:



Ya no sé cuánto tiempo llevo escribiendo, ordenando esta crónica de fotos desordenadas y sin línea argumental, pero todavía me quedan unas cuantas cosas que quiero decir...

En el mismo concierto ya era consciente de que quería aprovechar este rincón para rendir homenaje a esa Aristocracia del Barrio en la sombra: los pipas y técnicos que han hecho toda esta gira con Quique. Son más que la gente que hay bajo las luces del escenario. A los mandos de todo está Ángel Medina, retratado aquí en la mesa de sonido durante la presentación:



Intenté tomar fotos y acordarme del resto de gente que presentó Quique, pero mi memoria es peor que mi cámara. Estaba el técnico de guitarras de Quique, que creo que se llamaba Marc:



Creo que el técnico de monitores era el que Quique presentó como su tocayo y al que no pude capturar en foto porque no se veía desde donde estaba. Otros cuatro miembros del equipo se pueden ver en esta instantánea:



En la presentación creo que los mencionó a todos y alguno hasta salió a saludar. Y es que las presentaciones eran como los créditos finales de una película: una despedida. Jacob y Karlos chocaron las manos:



Como también hicieron Karlos y Quique:



El último miembro de la banda en ser presentado fue Pedreira:



Quique anunció antes de tocar «Y los conserjes de noche» que la sala les obligaba a acabar ya. Empezaron la canción y hubo otro momento gracioso: desde mucho antes me habían llamado la atención un par de tipos con unos brazos enormes, como pinzas de bogavante (discúlpeseme la comparación, es lo que tienen los menús de estas fechas). Eran de los que estaban bailando más o menos en la zona en la que estábamos nosotros el sábado. Ella me dijo que eran jugadores de baloncesto. Quique los debió de identificar ya pronto porque cambió «Jugadoras de hockey» por «Jugadores de basket». Pero en esos momentos finales habían conseguido avanzar hacia las primeras filas y estaban allí dando botes, y a Quique se le escapaba la risa al verles «totalmente enloquecidos». Algunas fotos:









Así acabó el concierto. Mientras La Aristocracia del Barrio se despedía sonaba el «Back in Black» de AC/DC. Poco a poco la gente se fue marchando. Nosotros bajamos cuando nos obligaron los machacas de la sala. Me encontré, casualidades de la vida, con un amigo de Gijón que participó en el mítico concierto de los Hoarding Bros. como uno de los Emtusa Drivers. También viví un momento David Lynch: una mujer a la que no conocía de nada me dijo: «No me tiraste la púa que te pedí». Yo, sin entender nada, le dije: «¿Quién, yo?», y ella: «Sí, tú». Se perdió luego entre la gente y nunca sabré con quién me habría confundido...

Todo esto pasó a la salida del backstage, cuando estábamos al lado de la hermana de Quique. Nos habíamos acercado a ver si era posible saludar, porque aunque soy muy tímido y llevo muy mal este tipo de encuentros, me apetecía decir un par de palabras de agradecimiento a Quique y el resto de la banda. Pero salieron disparados y no hubo manera.

Nosotros también nos fuimos. Era la media noche y Sol estaba al lado, lleno de gente que había ido al simulacro de fin de año. Como dos botarates enamorados, nos metimos en la multitud, intoxicados de felicidad, de muchas felicidades mezcladas...

***

Me da rabia esta crónica más larga que el propio concierto. La escribo para que, en el futuro, sirva de anzuelo de recuerdos mejor que las magadalenas de Proust, pero entre tantos detalles se pierde la intensa unidad que tuvo la noche, la sensación de estar asistiendo a un concierto sólo para nosotros. Porque nunca dejó de soplar la emoción a toda vela...

***

Hay más fotos en este álbum.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:58 p. m.

Comentarios (12)

Blogger Fer ~ 2:05 a. m. #

Hola, un placer saludar a uno de los más insignes fan de Quique.

Después de leer tus crónicas, me gustaría resaltar dos cosas:

- La forma de tocar de Jacob, y que gracias a tí he entendido mejor. Cuando escucho a Jacob escucho a un bajista totalmente distinto, y ahora sé porqué.

- Me ha llamado la atención todo el despliegue de guitarras de Quique porque...apenas se oían!Aunque Pedreira se haya amoldado al sonido de Quique, sus guitarras siguen teniendo un protagonismo absoluto, a Quique apenas se le distingue.

 

Blogger Nalyd ~ 3:26 a. m. #

Un lujo leer las crónicas que haces, del Sr. González, y me gusta que sean largas (más envidia que me das). Tomo nota, y esperemos que este año, o el que viene, sea el año en que vea al Sr. González en la Capital. Un saúdo.

 

Anonymous Anónimo ~ 3:55 a. m. #

En la dedicatoria de Reloj de plata yo entendí algo así como "para huérfanos del rock n roll" pero no me hagas mucho caso... Pensé que se trataba de algún amigo suyo promotor etc.

No escuché lo de que se tendría que ir acostumbrando a tocar sólo... curioso.

Por cierto, Quique estaba al tanto desde el principio de todo el elenco de jugadores de baloncesto que había ido a verles ya que Karlos estuvo con Amaia Valdemoro comentando la jugada antes del concierto en la puerta. Supongo que serán cuanto menos conocidos.

un saludo.

 

Anonymous Anónimo ~ 11:59 a. m. #

Una pena que la crónica no sea más larga. Tienes esa extraña capacidad de absorción del lector, aunque parece que no lo creas.

Gracias por hacernos soñar.

Un abrazo y feliz año.

 

Anonymous Anónimo ~ 4:53 p. m. #

Fer: Un placer saludarte a ti también :-) A los bajistas se les suele prestar poca atención, excepto en el funk, pero Jacob es un bajista de rock muy original.

Nalyd: Creo que Madrid es especial para Quique y mola verlo allí. A ver si lo vemos los dos :-)

Agradecido y pertinaz: Sí, eso de "huérfanos del rock'n'roll" me suena. Yo lo interpreté literalmente, pero igual tienes razón... A mí me gustaría una etapa de Quique solo, un poco como en la época "Peleando a la contra", pero a ver qué se le ocurre, que siempre nos sorprende :-)

Sergio: Será que a mí se me hacen largas porque echo mucho tiempo escribiéndolas :-)

 

Anonymous Anónimo ~ 9:39 a. m. #

jo que crónica más buena, que cargada de emoción... y además metes ahí a la sofia montalvo de nubosidad variable con lo cual me has dejado con la boca abierta :)

nada, solo queria dejar constancia, te dejo que la quiero volver a leer

un saludo afectuoso!

 

Anonymous Anónimo ~ 11:26 p. m. #

Gran concierto; y gran crónica para reflejarlo, gracias!

Estoy de acuerdo contigo en lo de Pedreira, me gustó muchísimo, impresionante. Y eso que a mí me ha costado integrarlo (en mi cabeza, supongo) dentro del "sonido Quique", al principio no me iba mucho, y me ha ido ganando poquito a poquito.

También me gusta fijarme en los cambios en las letras, pero después no consigo acordarme de ninguno. En "Calles de Madrid" dijo "cantando alguna de Joaquín" u otra cosa? Porque juraría que en Toledo dijo otra cosa, y esta vez no conseguí enterarme tampoco o no lo recuerdo.

De Quique diría muchas cosas, porque años después es increíble como no deja de sorprenderme, de hacerme volar. Enorme.

Qué buen regalo de Reyes leer algo que consigue transmitir tantas emociones :-).

 

Anonymous Anónimo ~ 5:57 p. m. #

Emilio: "Nubosidad variable" es uno de mis libros favoritos. Encantado de coincidir en gustos contigo :-)

Cristina: Debe decir algo distinto en antes de esa parte. Aquí se ve la actuación del sábado http://www.youtube.com/watch?v=nBuu2Liz9WY pero no se entiende (o yo no lo entiendo).

Mucho mejor regalo de Navidad fue estar allí en la mejor compañía :-)

 

Blogger nao69 ~ 5:31 p. m. #

Re-gracias...

Me perdi el ultimo por el cierre de la sala "Oasis" en Zaragoza...

Asi que volvio a la casa del loco,como antaño...En una pausa del concierto recordo los comienzos, cuando solo habia 20 seguidores a pie de escenario...

La pena que me quedara fuera por aforo completo ,bajando a un local más pequeño y me tuvieran que contar la anecdota...Sin estar alli dentro

Pero es facil seguirlo a otros lugares...Asi que a seguir con el sr Gonzalez que merece mucho la pena...

Un saludo

P.d:Acojonante la cronica
;)

 

Anonymous Anónimo ~ 11:46 p. m. #

Ya me enteré por el foro que hubo problemas en Zaragoza. La verdad es que últimamente se oye hablar más de la cuenta de cierre de salas en muchos sitios...

Pero Quique toca mucho, así que cada no demasiado tiempo hay oportunidad de verlo :-)

 

Anonymous Anónimo ~ 6:42 p. m. #

Pedazo de crónicas, si señor.


Sólo un apunte porque lo demás lo has dicho tu todo, creo que los 2 jugadores que salen en las fotos son: Alex Mumbrú y Felipe Reyes, jugadores del Real Madrid de basket y campeones del mundo.


Un abrazo !

 

Anonymous Anónimo ~ 5:00 p. m. #

Sí, esos decían que eran en el foro. Yo es que en jugadores de baloncesto me quedé en Epi, Corbalán y compañía :-)

 

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