Escritos sobre música


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Luis Ramiro en la ciudad del calor asesino

~ domingo, agosto 30, 2009 ~

Crónica del concierto de Luis Ramiro en Galileo Galilei el 28 de agosto de 2009


Le hemos nombrado nuestro Quique González de guardia, ahora que el cántabro de Madrid está perdido por Nashville, la Argentina o vaya usted a saber dónde. Y no es que el estilo de Luis Ramiro tenga mucho que ver con el de Quique: simplemente es una excusa perfecta para compartir buena música y encontrarnos para conciertos.

La primera vez fue delante de la Fnac de Callo en el puente de Mayo de este año. Salimos en el Telediario y todo (en el vídeo entero se nos ve más). Yo entonces creo que todavía no lo había escuchado, aunque había leído sobre él a Vega, que tiene muy buen olfato para esto de los cantautores.

Me sorprendió en ese concierto: casi al principio se le rompió una cuerda y lo hizo entero sin ella. Yo sería incapaz de tocar la guitarra así: me faltaría algo, se me trabarían las manos.

Deberíamos haber comprado el disco, Dramas y caballeros, aquel día en la Fnac... Pero ella compró el último de Merche Corisco y yo estoy en contra del consumismo...

En todo caso, el concierto me movió a bajar el disco y escucharlo. Fue de esos que entran muy bien: sin estridencias, buena factura, producción clásica, letras que apetece escuchar; en realidad, apetece escucharlo todo otra vez. Se dio mucha publicidad al vídeo de Romper porque lo dirigió Icíar Bollaín. A mí no me convenció; a pesar de eso, la canción se convirtió en mi primera favorita. Además, con sus cuatro acordes durante toda la primera parte me vino muy bien para las lecciones de guitarra.

Lo escuché unas cuantas veces más las últimas noches antes de las vacaciones. Luego sonó en el viaje a Madrid, junto con otro discazo del que debería hablar algún día: La hora de los gigantes de Coque Malla. También escuché un poco el primer disco: ése no me convenció. Demasiados ruiditos que estorban.

Las vacaciones iban a acabar el jueves, para evitar fines de semana en la carretera y hacer como recomiendan los Telediarios: volver a casa unos días antes de empezar a trabajar para vencer esa mítica enfermedad del síndrome post-vacacional. Pero, en su papel de Quique González de guardia, a don Luis se le ocurrió hacer un concierto en Galileo Galilei el viernes: la excusa idónea para conocer ese local del que tanto he oído hablar, para intentar quitarme la espinita de aquellos tiempos en los que Quique González tocaba todos los meses y yo leía las crónicas desde provincias, teniendo que imaginarme lo que pasaba delante de aquellos neones rosas que he visto en tantas fotografías y vídeos de YouTube.

Así que nos aventuramos, yo conduciendo por las calles de Madrid, buscando donde aparcar... y haciéndolo, sin darme cuenta, justo a la puerta de la sala. La cosa empezó bien. Pero era pronto, así que dimos un paseo por la ciudad... hasta que tuve que entrar en un VIPs a reponerme del calor asesino con un batido de plátano. A la vuelta, sobre las nueve menos diez, había ya algo de cola. Se llenó la parte de las mesas; atrás no lo sé pero parecía que había bastante gente.

El concierto fue de los de guitarra de palo. En realidad, dos guitarras: una acústica Lakewood y una española Alhambra que sonaba muy bien a pesar de la estrafalaria decoración. Empezó sobre las diez, haciendo tres canciones que no estaban en el último disco, y alguna o todas (no recuerdo) tampoco en el anterior.

Una de ellas la presentó como la primera que tocó en público. Contó que entonces estaba muy nervioso y que con el tiempo lo ha ido superando. Sin embargo, también se le veían temblar las manos al principio del concierto. Y eso que tiene talento incluso como monologuista: sus historias de italianos en slip, de vídeos de Bisbal con golpes en el pecho, de entradas «a saco» a Shakira... provocaban carcajadas espontáneas. Y explicaba muy bien las canciones, sin estropearlas.

Pero lo más importante eran las canciones. Comentó que le gustaría hacer un disco con 30 ó 40 temas que tiene por ahí, para dejarlos registrados y poder seguir con otros.

Y fueron pasando las canciones, de Caído del cielo, de Dramas y caballeros, de las no editadas... En un momento dado se subió al escenario Conchita, le cedió la guitarra y él se fue del escenario, dejándola un poco extrañada. Ella hizo una de sus canciones sola. Luego volvió Luis e hicieron una de ella (creo que Dónde lo guardo) y una de él, Porno.

Se fue acercando el final del concierto. Entre las canciones más aplaudidas estuvieron Romper, Relocos y recuerdos y Dicisiete. Cuando abandonó el escenario por primera vez, vi algo que últimamente no me he encontraba: una petición de primer bis auténtica.

Y no se hizo de rogar. Volvió pronto y parecía que tenía ganas de tocar mucho... pero parecía que tenía que acabar a las doce. Cuando se fue la segunda vez, pusieron música, sin darnos oportunidad de pedir más. A todos nos hubiese gustado. A mí me habría servido cualquier canción, pero eché en el falta dos con las que he llegado incluso a soñar: Tonterías y La distancia.

Había pasado calor en el concierto y salí a lo que se suele llamar «el fresco»... Pero en el verano de Madrid eso no existe ni a la medianoche de finales de agosto. Volvimos a la sala para pasar por el puesto de merchandising. Ella se compró los dos discos, yo sólo el último. Luego saludamos brevemente al protagonista de la noche, que estaba atendiendo a los fans. Le comenté que venía de Asturias y que a ver cuándo se pasaba por Gijón. Me dijo que había tocado un par de veces en el Savoy y que había hecho una quedada en el Elogio del Horizonte hace un par de años. Qué pena no haber sabido de él en aquel entonces... Nos firmó el disco que deberíamos haber comprado en la Fnac.

A ver si un día me animo a hablar de él, porque escuchándolo estas semanas atrás me han entrado ganas de hacer uno de estos escritos extensos... Por si acaso este acaba siendo otro aborto entre los muchos proyectos que tengo, voy a dejar un resumen: me parece un gran disco, sin nada excesivamente original pero con ese algo indefinible que muy pocos tienen. Si siguiese comprando discos para escucharlos y no por dar dinero a su autor, sería uno de esos escogidos por las razones húmedas para estar metido en la lectora. Ahora, el objeto físico es sólo algo que si no llega a estorbar es porque, en este caso, el envoltorio merece la pena: la edición es de lujo y esos dibujos aportan algo a lo que, en realidad, no necesita nada más para sostenerse que lo que suena: la buena música.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:51 p. m.

Comentarios (2)

Blogger Reparito 2.10 ~ 10:21 p. m. #

Que gran sala la Galileo... creo que hay una web que tepermite ver los videos de los conciertos que alli tienen lugar completos. Buscaré algo así y mil gracias por la recomendación. Hay días que dan ganas de secuestrar a la gente , atarles a las sillas y decirles que escuchen un maldito disco a ver si el mundo mejora... a que si?

 

Blogger illeR ~ 10:47 p. m. #

Al principio pense que hablarias de su concierto en Sevilla pero ya veo qe no, que te referias a Madrid :P

A mi el video de romper tampoco me convencio, es que a mi eso de niños comportandose como adultos no me va.

Del disco me quedo con 17 y tonterias, me gustan mucho estas dos y globos de chicle tambien (que esta en el dvd que lo acompaña)

Y en breve disco de Quique, a ver como se porta!!!

 

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