Escritos sobre música





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Quique González en la Feria

~ domingo, julio 06, 2014 ~


Crónica del concierto de Quique González en Gijón el 5 de junio de 2014


Los seres humanos, estos monos descendidos de los árboles de África que tuvimos que apañárnoslas mejorando el ingenio para que no nos comiesen las fieras, hacemos cosas increíbles, pero todavía no hemos dominado el arte de predecir el tiempo. Lo sabemos bien los de Gijón: cuántas veces el hombre del tiempo —bueno, la página web de la AEMET— anuncia lluvia y luego hace un sol de lujo. Así fue ayer: según la predicción, 100% de probabilidad de lluvias; la realidad, calor y buena música.

El concierto era en lo que los de la ciudad llamamos "la Feria", porque es el recinto donde se lleva haciendo desde hace más de 40 años la Feria Internacional de Muestras de Gijón, un lugar lleno de tradiciones: el bocata de calamares, el día de la Caja (¿será ahora de Liberbank?), ir a pedir pegatinas de guajes a todos los stands... Sin embargo, el evento que se celebraba era una novedad: el Festival Media de Cultura y Entretenimiento de Gijón Metropoli. El nombre me parece estúpido (o, más probablemente, el estúpido soy yo): ¿cómo se analiza sintácticamente eso de "Festival Media"? No me convence tampoco el que coincida en el tiempo con la Semana Negra. No me podía explicar por qué lo habían hecho así hasta que un amigo me lo contó: como la Semana Negra se asocia con el anterior partido político que gobernaba en Gijón, el de ahora ha querido hacer algo alternativo. Debo de ser un iluso porque me parece que para la ciudad sería mejor que no fuesen los dos a la vez y creo que los políticos deberían intentar hacer lo mejor para la ciudad.

En cualquier caso, me gustó llegar y en la cola encontrar a tanto friki junto. Me gusta la gente que tiene pasiones y se atreve a exponerlas. No como yo, que tiro de pseudónimo.

El Metropoli, al final, es algo así como una convención de cómics. Por mucho que quieran distinguirla de la Semana Negra, es más o menos lo mismo: hay dibujantes firmando y hay exposiciones, pero la mayor parte del espacio está reservado a los bares. Porque parece que a los de Gijón es lo que más nos gusta, como no puedo dejar de observar con tristeza: van cerrando locales por toda la ciudad, signo del declive demográfico, pero abren nuevos bares.

En cualquier caso, es un lujo poder ver a Quique González por 1,5 euros. Hace una semana exactamente me lo encontré como invitado en un concierto que tenía un precio muy distinto: 45 euros para el espectáculo de Bunbury en el Palacio de los Deportes de Madrid. Ciertamente, el despliegue de medios de Bunbury era muy distinto.

Pero antes de hablar del concierto de Quique, quiero reflexionar a partir de la música de los teloneros, Destino 48, un grupo de Gijón que no oculta su pasión por la obra del protagonista de la noche y el rock de toda la vida. El otro día Bunbury presentó a Quique como el mejor compositor de su generación y una de las voces más importantes. Creo que tiene razón. Aunque hay mucha gente que no lo conoce (hablando con un amigo de un amigo en el mismo sitio del concierto una hora antes nos decía: «toca un tal Quique González», que no le sonaba de nada) creo que su música ha tenido una gran influencia. Somos muchos los que hacemos canciones intentando emularle. Eso me parece bueno, una muestra de su influencia en la cultura española. Sin embargo, emulando a otro artista se corre el riesgo de caer en el artificio vacío.

Recuerdo que, cuando escuché por primera vez a Quique González en el Ambigú de Diego Antonio Manrique, me pareció que estaba bien pero que no era muy original. Era rock de toda la vida, algo como lo que hacía Revolver. No me deslumbró ni me hice fan inmediatamente. Pero algo quedó y meses después quise volver a escucharlo y, poco a poco, se fue metiendo en mí y empecé a apreciar sus aportaciones originales. Sí, había influencias obvias, por ejemplo, A veces se me olvida o Los conserjes de noche, incluso Se nos iba la vida, tienen mucho de las "canciones inventario" de Sabina, o la música del estribillo de No te arrepientas recordaba a la del de Like a Rolling Stone, pero detrás estaba también una sensibilidad única (permítaseme esta expresión un poco cursi, no se me ocurre nada mejor). En las letras se mostraba una habilidad sutil pero cierta de evocar sentimientos e imágenes. Cuando cantaba: «y el amor es la moneda que dejamos siendo niños en la vía del tren / y tu cama la autopista que incendiamos no tan jóvenes» no estaba muy claro de qué hablaba en concreto, pero en mi cabeza aparecían imágenes concretas, casi hasta el fundido de la vía del tren con la autopista, y aparecía el sentimiento de magia, pasión e inocencia del primer amor.

Y Quique creó un imaginario nuevo para el rock español. Sí, Sabina ya había cantado a muchas camareras y Sabino le había escrito a Loquillo sobre la autopista, pero en Quique venía de otro sitio, del rock americano, de los poetas de la generación beat y del realismo español de Ángel González y García Montero. Era una receta nueva. Quique creó un imaginario nuevo, por supuesto, con muchas influencias porque, por mucho que se empeñen los fundamentalistas de los derechos de autor, la cultura es resultado de la evolución y tiene un alto componente de autoría comunitaria.

Alguna vez, hace muchos años, pensé en escribir un texto hablando de ese imaginario. No lo hice, pero ahora mismo me está tentando hacer un resumen. Están las camareras y las autopistas, los hoteles, los aviones, los viajes en general, el pasado como un lugar mítico donde tuvieron lugar los días de gloria o el amor verdadero, que nunca es el que está aquí (Aunque tú no le sepas habla de un amor perdido que ni siquiera fue consumado), el boxeo, los coches, las gafas de rock... No hay nada especialmente original tomado por separado. Es la consistencia en el uso y la habilidad para emplear la imagen en el momento correcto lo que tienen valor. Cuando escribe «La violencia densa de un poema de Bukowski en la encimera» el simple uso de esa última palabra, el mezclar el mundo lejano de la América oscura con una cocina española, es lo que hace que el verso se quede.

Hay un artículo de Carmen Martín Gaite que está recogido en Agua pasada en el que hace una crítica de El jinete polaco de Antonio Muñoz Molina. Lo leí hace muchos años, así que puede que me equivoque ahora al recordarlo, pero con lo que me quedé fue con esto: Martín Gaite decía que las novelas anteriores de Muñoz Molina (Beltenebros y El invierno en Lisboa) tenían el problema de que surgían básicamente de un mundo irreal, de la imitación de las películas y las novelas que el escritor tanto amaba, mientras que en El jinete polaco había por fin metido su propia experiencia y así había logrado mejores resultados. Tengo la sensación de que eso pasa con muchos emuladores de Quique González: enamorados de su imaginario, lo utilizan para sus propias canciones, pero no resulta, no dejan de ser más que tópicos, pastiches. Es muy difícil hacer del collage un arte mayor.

Quique también utiliza ese material que surge de las obras de arte que ama, pero desde siempre le ha añadido su propio material. Sus autopistas acababan en Conil de la Frontera porque él había viajado a Conil de la Frontera. Bukowski no estaba en California, sino en la encimera de un piso de la calle Salitre de Madrid. La pandilla que recuerda en Cuando éramos reyes corría por Madrid detrás de un balón. La rubia que tiene un día libre está en un bar donde tienen se puede leer el As... Y así, metiendo su vida sobre esos materiales ajenos, mete la nuestra.

No he prestado suficiente atención a las canciones de Destino 48, así que no puedo juzgar con seguridad si son como otros, pero la impresión que me dieron era que, como a muchos, les falta ese punto de originalidad que hay en la obra del madrileño. A veces me veo tentado de utilizar la palabra «autenticidad» para describir lo que veo en Quique, pero no es eso. Por un lado, en el fondo, el arte es siempre un artificio («El poeta es un fingidor» y todo eso); por otro, creo que todo lo que ponen es auténtico, es realmente suyo, porque lo que amamos lo hacemos nuestro. Pero a mí, como espectador cuarentón que ha escuchado mucho rock y no tiene ningún interés en las camareras ni en la vida imaginada de las estrellas del rock, no llega a tocarme por dentro.

En definitiva, Destino 48 me pareció que sonaban muy bien, que ponían mucha convicción, que lo dieron todo, desde el vestuario a los coros, pero no son para mí. Sin embargo, había bastantes jóvenes cantando sus canciones, lo que me resultó curioso...

Aquí va otra digresión, un tema sobre el que pienso bastante últimamente: el rock es una música de viejos. Ayer se conmemoraban 60 años de las primeras grabaciones de Elvis. Cuando yo tenía 15 años, en el año 1988, la música de 60 años antes, la música del 1928, era el charleston o la copla, algo que para mi yo adolescente resultaba casi tan arcaico como las pinturas rupestres. ¿Qué sentido tiene que los jóvenes de hoy sigan utilizando un lenguaje que crearon jóvenes que hoy son ancianos, si no están muertos? Desde el propio timbre de una Telecaster pasada por un Twin Reverb, todo el rock es arqueología. Odio la música electrónica, pero entiendo que es el sitio por el donde tienen que expresarse los jóvenes hoy.

Entiéndase, no quiero decir que sea imposible hacer música actual basándose en el rock, pero no se puede hacer exactamente igual que si no hubieran pasado 60 años, y más teniendo en cuenta la aceleración de la historia, la revolución tecnológica que es el signo de nuestros tiempos. El amplificador de válvulas es una tecnología que quedó obsoleta con el circuito integrado, que Jack Kilby patentó en 1958 y explotó comercialmente en los 70.

Los Rolling Stones están muy bien, pero no cogieron las canciones de Muddy Waters y las hicieron igual. Crearon nuevos sonidos con la tecnología del momento, nuevas formas musicales, nuevos temas en las letras...

En fin, debe de haber algo en lo que me equivoco, porque no lo acabo de entender y, además, ya lo he dicho, yo odio la música electrónica aunque cuando yo era joven los sintetizadores dominaban la radio (y entonces me gustaban). Otra digresión: me gusta la música que suena a natural aún siendo consciente de "la falacia de lo natural": una guitarra eléctrica es una máquina creada por el hombre, incluso una guitarra española también lo es. La música hecha con circuitos digitales no es menos natural que la hecha con cuerdas de acero.

***

Cuando empecé a escribir esta mañana, simplemente iba a hacer una crónica del concierto de ayer. Me he liado intentando plasmar cosas que me rondan por la cabeza. Bueno, para eso está este blog: para escribir sobre música.

Voy ahora con el concierto de Quique. Salieron a las 10:10 y empezaron con Suave es la noche. Nosotros estábamos en segunda fila y a nuestro alrededor la mayor parte de la gente tenía 20 años menos, aunque también había alguno de nuestra generación. Quique lleva una camiseta negra con una radiografía de una mano levantando un dedo. El chaleco sólo dejaba leer parte del texto superior: "AY ROCK". ¿Sería "GAY ROCK" en homenaje al orgullo gay? No, ponía "RAY ROCK", probablemente en homenaje a la radiografía y su reciente accidente en la mano.

La banda es la que ha acompañado a Quique desde la publicación de Delantera mítica: la sección rítmica de Señor Mostaza, Edu Olmedo a la batería y Alejandro Climent «Boli» al bajo; Edu Ortega al violín, guitarras y mandolina; y Pepo López a las guitarras y mandolina. El sonido no tenía la calidad de un teatro. La voz de Quique se oía muy bien, pero el bajo no tenía definición y algunos solos se quedaban bajos, o al menos así era donde estábamos. Pero me alegro de poder escuchar a Quique en este tipo de recintos: los teatros no son para el rock, aunque a mí me gustan mucho para escuchar el repertorio intimista.

Con muy bien tino, Quique escogió entre sus canciones las más cañeras. Tras Suave es la noche sonó ¿Dónde está el dinero?, si no recuerdo mal. En la primera parte también sonó un 39 grados con poema de Bukowski incluido (con un pequeño cambio: el delgado volumen de poemas de Rimbaud pasó a ser atribuido al propio Bukowski) y le dedicó a Alfredo Di Stefano Parece mentira (hoy me entero de que es noticia que está enfermo). Fueron sucediéndose canciones y guitarras (Quique creo que cambió en todas las canciones), mandolinas y violines. Sonaron Restos de stock (donde dijo algo del Rey detenido por la Guardia Civil), Me lo agradecerás (en la frase de los hinchas, Quique señaló El Molinón, que estaba justo al lado del escenario), Cuando éramos reyes, Salitre 48 (sin duda, una de las más coreadas), Kamikazes enamorados, Palomas en la Quinta, Te lo dije (con Quique de rodillas mientras el público hacía palmas al ritmo de Bo Diddley), Hotel Los Ángeles (Quique sin guitarra)... No recuerdo exactamente cuáles fueron antes del primer bis, que llegó muy pronto, a la hora de concierto, pero fue muy largo para un bis: hicieron Dallas Memphis (Quique con acústica y armónica), Miss Camiseta Mojada, alguna otra, tal vez de las que enumeré antes, y cerraron con Vidas cruzadas. Hicieron amago de despedirse todos juntos y hasta empezó a sonar la música, pero sin llegar a bajarse del escenario volvieron a coger los instrumentos y acabaron con Y los conserjes de noche.

Se me hizo corto, y eso que me quedé afónico a la mitad. El concierto fue una fiesta y eso era lo adecuado para un día de Feria.

***

Aquí dejo unas fotos a modo de testimonio. Están ordenadas cronológicamente.

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Por Guillermo Hoardings | Enlace permanente
11:31 p. m. | Comentarios (1)